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A NTONIO P INTO R ENEDO
en estos lugares donde el clima era más agradable. Des-
pués, las temperaturas del planeta fueron aumentando y
la civilización fue pasando paulatinamente hacia el norte.
De Egipto y sumer pasó a Grecia y Roma. Después, fueron
España y Francia, más tarde Inglaterra y Estados Unidos.
El progreso siempre sonreía a las naciones con un clima
más favorable y eso siempre iba en consonancia con el au-
mento de la temperatura terrestre.
Por lo tanto, resulta evidente que los distintos climas
presentes en la tierra tienen una influencia decisiva en la
configuración de las razas humanas; si bien esa adaptación
tiene como finalidad protegerse de las temperaturas extre-
mas, también tiene un efecto adverso que es el deterioro
estético en su aspecto exterior como efecto inevitable de la
adaptación al clima.
Con el tiempo, las diferencias entre las distintas razas
se irán reduciendo hasta desaparecer, debido a que con el
progreso de la ciencia, los seres humanos cada vez estarán
menos expuestos al influjo de la climatología; mediante un
sencillo proceso de evolución genética basada en la selec-
ción natural, finalmente todos los seres humanos serán
iguales y eso se habrá conseguido sin dramatismos ni con-
flictos. Es decir que una vez que las distintas razas dejen
de estar expuestas a los distintos climas presentes en la
tierra poco a poco y de una forma espontánea, irán per-
diendo las diferencias que hay entre ellas, pero hay que de-
jar que la naturaleza siga su curso sin forzarla, y hasta que
ese momento llegue lo correcto es que cada raza ocupe
sus países y continentes sin mezclarse, salvaguardando así
su raza, su cultura y su patrimonio genético, dando lugar
a una mayor cohesión en sus sociedades.
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