cuánto tiempo ha pasado. No recuerdo qué fue lo anterior a
la megafonía: ¿el despertador, el móvil, la ducha o el café? ¿En
qué orden? Los bucles siempre comienzan en algún punto. Ya
lo tengo. Al llegar a casa, consultaré mi diario.
Ahora que lo pienso, siempre llego muy cansada. Tanto,
que solo escribo y no leo. Hoy tomaré el doble de café para
tener fuerzas al llegar. Si no, me siento hipnotizada. El único
problema será que me costará dormir esta noche, aunque eso
nunca ha sido fácil para mí. Mis sueños son tan angustiantes
y confusos que no descanso. Además, tampoco creo que llegue
a caer dormida del todo. El insomnio va a seguir ahí. ¿Qué
diferencia puede haber?
Lo cierto es que la hubo: el trayecto de vuelta a casa fue
insoportable. No conseguí desconectarme. Los científicos
querían teletransportar personas rompiendo lo que une las
moléculas y volviéndolas a unir en otra parte. Yo conseguía
algo parecido dejando mi cuerpo en stand by. Me esforcé todo
el camino por mantener la calma. Al final, fue imposible.
Olía mal. Había un señor comiendo con la boca abierta.
Una abuela me estaba mirando de manera desagradable. Y
yo estaba allí de verdad. Debajo de la tierra y sin poder salir.
Por fin, llego a casa. Me siento un poco aturdida, así que
preparo café. Iba a beber una taza, pero cojo toda la jarra. No
hay tiempo que perder. Quiero ver qué pasó con la Oriana
de ayer.
Abro el cuaderno y busco la última página:
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