Entonces, fui consciente de que se había hecho de noche y
lloré.
Es cómodo seguir la rutina sin más, pero, poco a poco, he
dejado de tener una memoria sana. Ya no soy yo del todo.
No tengo ni idea de cómo lo hago. Sigo adelante aunque no
pueda. Creo que es porque no lo pienso.
Cuando empecé solo apuntaba en mi diario: ducha,
desayuno, eyeliner, autobús, cargar el móvil, ducha, cargar
pulsera, ascensor....
Era poco. Ahora consigo contar más y con más detalle. Si
no hubiera hecho esto, no me hubiera dado cuenta de que me
duchaba dos veces al día. Lo hacía todo siguiendo un camino
que un día me marqué y que ahora solo es un bucle que se
repite una y otra vez. A veces, de manera defectuosa. Es como
dejar el piloto automático en una carretera con curvas.
Estos pensamientos lúcidos que estoy teniendo ahora
solo me salen por la noche, cuando he tomado otro café, el
último. Por fin, consigo despertar después de haber estado
todo el día intentándolo. Por eso, suelo escribir ahora y eso
voy a hacer.
«Durante la noche, no duermo profundamente, durante el
día, no estoy despierta», escribo con dificultad.
«Oriana, por favor, acuda a caja cuatro», escucho.
¿Qué es eso? ¿Qué pasa? ¿Por qué todos me miran? Estoy
hiperventilando, pero intento que no se note. Tengo que
sonreír igual que hacen todos, aunque eso tense algunos
músculos que me duelen por dentro. Haría lo que fuera para
que no me conozcan, así que no me importa si hace daño.
Nadie va a intentar comprenderme.
Lo volví a hacer. Volví a entrar en el bucle y olvidé que
tenía que estar pendiente de lo que ocurría. Quién sabe
19