El-insomnio-de-Oriana teaser | Page 18

muñeca, el tiempo pasa, silencioso. Será que llevo un Casio digital y no tiene tictac. ¿Será que me vuelvo a ir? A veces no sé qué ha sucedido en todo el día. Trabajo en un supermercado de manera automática. Me dicen qué hacer y cómo. Es fácil despistarse, desinhibirse, acostumbrarse a no estar allí estando. Eso me recuerda a una película sobre un escritor que trabajaba haciendo tarjetas de felicitación. ¿Cuál era su nombre? No lo recuerdo, como tantas otras cosas. Mientras paso de buscar en la punta de la lengua y me tiro de las cuerdas vocales, termina mi jornada. Es hora de volver a casa y no he sido consciente de que el día se iba acabando. El camino de vuelta transcurre sin darme cuenta. Con el metro en hora punta, no hay más que hacer: encuentro mi sitio, me coloco bien y desconecto hasta que tengo que bajar. Durante una hora, soy un maniquí. Tengo la paciencia necesaria porque siempre voy somnolienta. Al llegar a casa, estoy en ese momento en el que mi cerebro funciona peor. Me llevo las manos a la cabeza y aprieto las sienes, pero no sale nada. Me siento delante de un cuaderno y escribo lo que creo que he hecho ese día para no olvidarlo. A veces me quedo dormida, otras el miedo que siento por la falta de memoria me ayuda a que terminar de relatarlo. No recuerdo el ayer ni sé qué haré mañana. Solo escribo, hablo y pienso en presente. Me echo un café y me siento a tomarlo. Estoy muy cansada, pero una vez, no sé cuándo, dormí mucho y no sirvió de nada. Seguía teniendo sueño y no me sacié. Noté un agujero dentro y no sabía de qué se trataba. Una vez decidí no hacer nada durante todo el día y sentarme en la ventana a recordar. Lo tuve casi al alcance todo el rato. 18