EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 181

Después sintió la presencia de Be. Cerró los ojos y notó su cálido aliento en la garganta. Edvin le dio un codazo. —Estoy despierto —aseguró Daniel—. Creo en Dios. En ese instante se oy ó un terrible alarido. Hallén, que estaba arrodillado ante el altar, dio un respingo y se puso en pie de un salto. Uno de los hombres que llevaban la colecta atravesó corriendo el pasillo. —Hay una víbora en la bolsa —gritó. Acercó la bolsa para que Hallén pudiese verla. El organista dejó de tocar y en la iglesia reinaba el más absoluto silencio. Hallén se quedó mirando perplejo. El hombre dejó la bolsa en el suelo. La serpiente y a no estaba congelada. Salió de la bolsa anillándose por el suelo de piedra. El hombre que lanzó el grito se hallaba delante del banco de Daniel y lo señaló, sin dejar de gritar. —¡Él fue quien la puso en la bolsa! —lo acusó—. Parecía un trapo, creí que era dinero envuelto en un trozo de tela. Pero era una serpiente. Daniel sintió una punzada en el estómago. Aquello no se lo esperaba. Creía que el sacrificio que hacía, la serpiente capturada, despertaría la alegría de todos. El reptil avanzaba enroscándose por el suelo. La gente empezó a huir de los bancos y abrieron las puertas de la iglesia. Hasta que apareció un hombre, Daniel sabía que era un viejo marino, y partió en dos la serpiente con una pala. Daniel había visto muchas veces cómo partían a una serpiente y sabía que las dos mitades empezaban a moverse muy rápido, dando latigazos en el suelo. Pero la víbora se movía muy despacio, hasta que quedó inmóvil. Hallén bajó del altar y se colocó ante él. —¿Fuiste tú quien puso la serpiente en la bolsa? Daniel no contestó. Se preparaba para quitarse los zapatos y salir corriendo de la iglesia. —Responde —lo conminó Edvin—. El pastor te ha hecho una pregunta. Daniel se levantó de un salto, pero no logró pasar por delante de Edvin, que parecía esperar su reacción y lo agarró implacable. —Llevémoslo a la sacristía —propuso Hallén. Edvin lo sujetaba fuerte, y cuando Daniel intentó morderle para liberarse, él le vociferó que se mantuviera tranquilo. El hombre que había soltado la bolsa y que acusó a Daniel lo agarró de la pierna con tal violencia que Daniel lanzó un grito de dolor. Logró retirar la pierna y le dio al hombre tal patada en la cara que empezó a sangrar por la nariz. Pero Edvin no pensaba soltarlo hasta que no estuviesen en la sacristía. Alma los siguió dispuesta a entrar también, pero Hallén le dijo que aguardase fuera. —Yo no he visto ninguna serpiente —gritaba la mujer—. Ha debido de ser otra persona. —No tardará en confesar.