EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 113
general, utilizaba la primera palabra que Daniel había aprendido, « maldito,
maldito» , como una larga letanía de furia.
Al final, todo volvía a ser como antes. Padre estaría más taciturno que de
costumbre todo el día, se quejaría de dolor de cabeza y se mostraría impaciente
si Daniel no lo entendía a la primera.
De repente, Padre se volvió hacia él y le dijo:
—Estás despierto. Y has limpiado mi vomitona de anoche.
Daniel se sentó en la cama.
—Tuve un sueño muy extraño —prosiguió Padre—. Soñé que no estabas
pero, cuando me desperté, te vi durmiendo pegado a mi espalda.
Se levantó, no se detuvo ante el espejo como solía, sino que se sentó en el
borde de la cama y le tomó la mano a Daniel.
—Hoy es un día importante. No tengo dinero, no puedo pagar la habitación. O
sea, que lo que planeé debe salir bien. Lo que pasará esta noche. Y necesito tu
ay uda. Necesito estar seguro de que harás exactamente lo que te diga.
Daniel asintió. Había entendido.
—Esta noche hablaré de mi viaje al desierto. Mostraré parte de los insectos y
te mostraré a ti. Y me pagarán por ello. Si nos va bien, habrá más gente que
quiera ver tanto los insectos como a ti. Y también pagarán por ello, con lo que
podremos trasladarnos a una habitación mejor.
Padre seguía desnudo. Daniel vio que tenía grandes moratones en el brazo. Lo
más probable es que se hubiese caído la noche anterior mientras volvía a casa y
no lograba ponerse de acuerdo con sus pies.
—No es nada difícil —prosiguió—. Yo estaré sobre una pequeña tribuna
delante de un grupo de personas. Mostraré los insectos, iré señalando en un mapa
y hablaré en voz alta para que todos me oigan. Tú permanecerás sentado en una
silla, a mi lado. Cuando diga tu nombre, te levantas, te inclinas y dices cómo te
llamas. « Me llamo Daniel. Creo en Dios» . Eso es todo. Cuando te pida que abras
la boca, lo harás; cuanto te pida que rías, reirás, ni demasiado tiempo ni
demasiado alto; cuando te pida que hinches las mejillas como un animal, lo harás
también. Después tomarás tu saltador y les mostrarás lo bien que saltas. Y y a
está. Si alguien quiere acercarse y tocarte, le permitirás que lo haga. Debes
pensar que nadie quiere hacerte daño; pero, ante todo, debes pensar en que
hemos de conseguir dinero, así podremos dejar esta maldita habitación y
mudarnos a otra mejor. ¿Lo comprendes?
Daniel asintió. No había entendido una palabra, pero Padre le había hablado
con voz amable. Había algo en él que le recordaba a Be, cuando ella y Kiko se
enfadaban y ella quería que hiciesen las paces.
El resto del día, Padre se dedicó a organizar sus insectos. Hablaba como si
hubiese mucha gente en la habitación; y una vez ordenados los insectos y después