EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 103

El hombre señaló a Daniel fuera de sí. —Ese mono negro ha estado a punto de arrancarme la mano de un mordisco. ¿Lo ves? El hombre desenrolló la venda ensangrentada y le mostró la herida de la que aún manaba sangre. Padre se quedó perplejo mirando la mano antes de volverse hacia Daniel. —¿Tú le has hecho esto? Daniel asintió. Tenía la lengua hinchada y no podía articular palabra. —Yo me dedico a acarrear sacos de carbón —explicó el hombre—. Trabajo doce horas al día. Los sacos pueden pesar hasta doscientos kilos y y o los traigo y los llevo, y tengo que dormir. Y mientras intentaba conciliar el sueño, empezó a retumbar aquí arriba. —Dicho esto, le arrancó a Daniel la cuerda que tenía en la mano—. Este se puso a saltar a la cuerda, sonaba como si estuviera saltando sobre mi frente. Y y o necesito silencio para dormir. Padre seguía sin comprender lo ocurrido. —Es que no está acostumbrado —explicó—. No sabe lo que son los suelos ni las paredes ni los techos. No volverá a ocurrir. El hombre volvió a ponerse la venda y daba la impresión de que empezaba a calmarse. —Parece una persona, pero tiene dientes de fiera. Alguna vez me ha mordido una mujer. Pero nunca así. —Es un ser humano de otra parte del mundo. Solo está aquí de visita. El hombre miró a Daniel. —¿Come carne humana? —¿Por qué iba a hacer tal cosa? —Me dio la sensación de que quería llevarse un trozo de la mano. —Come exactamente lo mismo que tú y que y o. El hombre meneó la cabeza. —Cada día la vida es más extraña. Tanto penar para que luego, una noche, aparezca un niño negro que salta a la cuerda sobre tu cabeza. ¿No se acabará nunca? —¿El qué? El hombre se encogió de hombros y moviendo la mano como buscando una palabra, como si la palabra fuese un insecto, explicó: —La vida. Ya es bastante incomprensible tal como es. —Después, cay ó en la cuenta y preguntó—: No estará enfermo, ¿verdad? —No, ¿de qué? —¿Qué sabes tú de las enfermedades de las que puede ser portador? El año pasado arrasó la ciudad una epidemia de viruela y todos los niños se pasaron la primavera con diarrea. —No tiene nada contagioso. Ni siquiera te contagiará el color, así que no te