El Gúegüence El Gueguence como manifestación lúdica sincrética | Page 26
El Güegüence como manifestación Lúdica Sincrética
reglas tienen algo de arbitrario y, de encontrarlas extrañas o molestas, cualquiera
puede rechazarlas y pintar sin perspectiva, escribir sin rima ni cadencia o componer
fuera de los acordes.
Igual que en el juego, al hacerlo se contribuye a destruirlo pues esas reglas existen
por el respeto que les tiene el jugador o en este caso el artista. Al oponerse a ellas se
generan formas que en el futuro se convertirán en las nuevas reglas de otro juego cuyo
código se convertirá en rígido prohibiendo a su vez la fantasía y el ingenio. Todo
rompimiento permite el nacimiento de otro sistema, no menos estricto y no menos
gratuito.
Inclusive la guerra es regulada, donde las convenciones limitan el conflicto a un tiempo
y espacio. Empiezan por una declaración que precisa el día y hora en que entra en
vigor. Termina mediante un armisticio o de una rendición. Las guerras son como una
especie de juego: destructor, pero regulado.
Mediante esos ejemplos, se aprecia una especie de influencia del principio del
juego, con ella se puede seguir el progreso mismo de la civilización, en la medida
en que ésta pasa del caos a la regulación y el orden. El juego inspira o confirma ese
equilibrio en que, respetada voluntariamente por todos, la regla no favorece ni lesiona a
nadie.
Los juegos de competencia se traducen en deportes; los juegos de imitación y de
ilusión en el espectáculo. Los juegos de azar y de combinación dan origen a desarrollos
matemáticos, como el cálculo de probabilidades. La fecundidad cultural de los juegos es
enorme. Los psicólogos les conceden un papel fundamental en la afirmación de sí y en
la formación del carácter.
Los juegos de fuerza, habilidad, cálculo, son ejercicio y entretenimiento. Cada juego
desarrolla o afina alguna capacidad motora o intelectual. Por medio del placer o de la
obstinación, hace fácil lo que fue difícil o agotador. El juego no es aprendizaje de
trabajo, el juego no prepara para ningún oficio definido; de una manera general
introduce en la vida, acrecentando toda capacidad de salvar obstáculos o de hacer
frente a las dificultades.
El juego enseña a escuchar esa lección del dominio de sí mismo y a extender su
práctica a las relaciones humanas, tal dominio es más fácil en el juego, en donde es de
rigor y parece que el amor propio se compromete a cumplir con las reglas. El juego
exige atención, inteligencia y nervios. Está demostrado que el juego pone a persona en
un estado de incandescencia.
También es preciso considerar los juegos de vértigo y el estremecimiento que se
apodera del jugador, sobre todo cuando se acerca el desenlace que pone fin a la
discreción de su libre arbitrio y hace inapelable un veredicto que sólo de él dependía
evitar dejando de jugar, algunos conceden un valor de formación moral a esa
Lic. Francisco M. Zamorano Casal