El gran dictador | Page 8

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sinopsis

Año 1918, un barbero judío lucha como recluta del lado de Tomania, cuando recibe la orden de disparar el gran cañón Bertha. Uno de los proyectiles cae cerca del cañón. Y tras varios giros sobre sí mismo, explota generando una densa nube de pólvora. El barbero la atraviesa torpemente, y se da de cara con un soldado del bando enemigo. Huye despavorido, y durante su huida, acude en ayuda de un piloto que acaba de efectuar un aterrizaje de emergencia. Su nombre es Schultz. Perseguidos por tropas enemigas, y sin tiempo que perder, Schultz encarga al barbero que pilote el avión. Un fallo del motor les precipita al vacío, y ambos resultan malheridos tras el accidente, a consecuencia del cual, el soldado sufrirá una amnesia que le obligará a permanecer en un hospital durante veinte años.

Al recobrar la conciencia, abandona el hospital, y resuelto a trabajar como si nada hubiera ocurrido, abre la barbería para atender a sus clientes. Una singular visión de la Historia nos presenta a un soldado judío que ha luchado a favor de los suyos, y veinte años después, es víctima de las vejaciones del mismo Estado que le enviara a la guerra para defender sus intereses. No tarda en darse cuenta de que todo ha cambiado. Hynkel ha alcanzado el poder, y su tiranía de ha adueñado de la sociedad. El barbero desconoce la suerte que ha corrido su país tras la guerra, pero no duda en defender su negocio bajo cualquier precio, razón por la cual borra un graffiti con la palabra judío de la luna de su barbería, o asesta un sartenazo a uno de los centinelas de la guardia de Hynkel. El barbero no es consciente de las consecuencias de sus actos, porque ignora cuanto ha sucedido durante su letargo, pero su coraje espolea el ánimo de Hanna, una de sus vecinas. Hanna cree encontrar en él a un aliado en su particular batalla contra un régimen impuesto arbitrariamente, pero él sólo pretende recuperar su negocio. Los soldados vuelven al gueto para dar su merecido al barbero, y a su amiga Hanna. Para su sorpresa, el cabecilla de la escuadra es Schultz, que no tardará en reconocer a su salvador. Y en un gesto de agradecimiento, le dispensará de cualquier castigo, a él, y a todo el gueto. A partir de ese momento, los soldados harán alarde de una sospechosa amabilidad. Sin embargo, el recelo de Hanna hace pensar que éstos volverán al gueto para vengarse. Y así ocurrirá cuando Schultz se oponga a la persecución de los judíos. No tardará en ser arrestado, aunque conseguirá huir y refugiarse en el gueto, para conspirar contra Hynkel y sus secuaces. Schultz y el barbero son detenidos, pero durante el camino, se escapan camuflados.

Hanna les ha tomado la delantera, y ya ha llegado a Osterlich. Durante la travesía, el barbero es confundido por Hynkel, y éste por él, mientras está cazando patos en un lago. Ese cruce de identidades determinará el destino de la tierra prometida, y frustrará los planes de invasión trazados entre Adenoid Hynkel y Benzino Napoloni, dictador de Bacteria. Ni la ambición territorial de Napoloni (Mussolini), ni la megalomanía de Hynkel (Hitler), podrán arrinconar los deseos del barbero que, tras pronunciar un elocuente discurso (en el que debía anunciar la invasión de Osterlich), abortará todos los planes expansionistas de ambos dictadores. Y en este caso, el final feliz o happy end “hollywoodiense” coincide con los deseos que el mismo Chaplin expresaba de forma grandilocuente, y sin renunciar a la retórica del cine, que conjuga a la perfección imagen y palabra.