El gigante egoista y su jardin | Page 2

Todas las tardes al volver del colegio tenían los niños la costumbre de ir a jugar al jardín del gigante. Era un gran jardín solitario, con un suave y verde césped. Brillaban aquí y allí lindas flores sobre el suelo, y había doce melocotoneros que en primavera se cubrían con una delicada floración blanquirrosada y que, en otoño, daban hermosos frutos. Los pájaros, posados sobre las ramas, cantaban tan deliciosamente, que los niños interrumpían habitualmente sus juegos para escucharlos. - ¡Qué dichosos somos aquí! - se decían unos a otros. Un día volvió el gigante. Había ido a visitar a su amigo el ogro de Cornualles, residiendo siete años en su casa. Al cabo de los siete años dijo todo lo que tenía que decir, pues su conversación era limitada, y decidió regresar a su castillo. Al llegar, vio a los niños que jugaban en su jardín. - ¿Qué hacéis ahí? - les gritó con voz agria. Y los niños huyeron. - Mi jardín es para mí solo - prosiguió el gigante-. Todos deben entenderlo así, y no permitiré que nadie que no sea yo se solace en él. Entonces lo cercó con un alto muro y puso el siguiente cartelón: Entonces lo cercó con un alto muro y puso el siguiente cartelón: QUEDA PROHIBIDA LA ENTRADA BAJO LAS PENAS LEGALES CORRESPONDIENTES Era un gigante egoísta. Los pobres niños no tenían ya sitio de recreo. Intentaron jugar en la carretera; pero la carretera estaba muy polvorienta, toda llena de agudas piedras, y no les gustaba. Tomaron la costumbre de pasearse, una vez terminadas sus