Gentileza de El Trauko
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Como yo tengo la rara suerte de compartir mi alcoba, demasiado estrecha, con el
honorable pedagogo, y como se me considera la más mal educada de los tres jóvenes, no sé
como esquivar sus reprimendas y sus sermones, y termino por fingirme dura de oído.
Si la cosa quedara ahí, sería soportable. Pero el señor se muestra un espía de primer
orden, y hace de mamá otra espía, ¿comprendes? Primero me dejo atrapar por él, y en
seguida viene el remate de mamá. Si el día es especialmente fatídico, la señora Van Daan
me llama cinco minutos después para hacerme responder de tal o cual cosa. A diestra y
siniestra, por sobre mi cabeza, por todas partes estalla la tormenta.
En realidad, no es fácil ser la figura central "mal educada", el pararrayos de una
familia censurante que vive en un escondite. Por la noche en la cama, pasando revista a los
numerosos pecados y faltas que se me atribuyen, me pierdo de tal manera en ese montón
de acusaciones, que o me echo a reír o me pongo a llorar, según mi estado de ánimo.
En seguida me duermo con la extraña sensación de querer ser distinta de como soy,
o también de no ser como yo quiero, o de proceder quizá de manera distinta a como yo
querría o a como yo soy. ¡Ay! No lo veo tan claro, y tu tampoco, desde luego; discúlpame
por esta confusión, pero no me gusta tachar, y, actualmente, la falta de papel nos prohíbe
romperlo. Sólo me resta aconsejarte que no releas la frase precedente y, sobre todo, que no
trates de profundizarla, porque nunca sacarás nada en limpio.
Tuya,
ANA
Lunes 7 de diciembre de 1942
Querida Kitty:
Nuestra Januka y San Nicolás1 han caído casi para la misma fecha este año: apenas
un día de diferencia. Para la fiesta de la Januka, no hemos preparado muchas cosas;
algunas golosinas solamente, y sobre todo, las velitas. Debido a la escasez de velas, apenas
las encendimos durante diez minutos; pero, el canto ritual no fue olvidado, y eso es lo
principal. El señor Van Daan fabricó un candelabro de madera; así la ceremonia se
desarrolló como es debido.
La noche de San Nicolás, el sábado, fue mucho más linda. Elli y Miep habían
excitado nuestra curiosidad, cuchicheando todo el tiempo con papá, y sospechábamos que
algo se preparaba. Y, naturalmente, descenso general a las ocho de la noche por la escalera
de madera, y en seguida las tinieblas del largo corredor que lleva al vestuario. (Yo tenía la
piel de gallina, y añoraba mi anexo). Como esta habitación no tiene ventana, pudimos
encender la luz eléctrica tras lo cual papá abrió el gran armario. Todo el mundo exclamó:
"¡Oh, qué bonito!". En medio había una gran cesta adornada con papeles alusivos a San
Nicolás, y sobre ellos, una máscara de Pedro el Negro.
Nos apresuramos a transportar la cesta a nuestra casa. Cada uno encontró en ella su
regalito, acompañado de un versito de circunstancias, de acuerdo con la costumbre
holandesa. Yo recibí un bizcocho en forma de muñeca cuya falda era una cómoda bolsita;
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En Holanda se celebra más que el día de Navidad (N. del T.).
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