Gentileza de El Trauko
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historias amorosas de colegialas y ésta. Allí se habla de mujeres que exigen un montón de
dinero por vender su cuerpo a hombres desconocidos en calles dudosas. Yo me moriría de
vergüenza. Además, he leído que Eva estaba indispuesta. ¡Así! ¡Oh, qué ganas de estarlo
yo también! Se debe de sentir una muy importante.
Papá ha traído del armario grande las tragedias de Goethe y de Schiller; va a leerme
algunas páginas cada noche. Ya hemos comenzado con Don Carlos.
Para seguir el buen ejemplo de papá, mamá me ha puesto en las manos su libro de
rezos. He leído algunas plegarias en alemán, para complacerla; son hermosas, pero no me
dicen gran cosa. ¿Por qué me obliga ella a exteriorizar sentimientos religiosos?
Mañana encenderemos el fuego por primera vez. ¡Cómo vamos a ahumarnos!
¡Hace tanto tiempo que no se deshollina! ¡Ojalá ese artefacto tire!
Tuya,
ANA
Sábado 7 de noviembre de 1942
Querida Kitty:
Mamá está terriblemente nerviosa, lo que me pone en evidente peligro. ¿Es en
realidad un azar que papá y mamá nunca reprendan a Margot, pero que a mí me regañen
con frecuencia? Anoche, por ejemplo: Margot estaba leyendo un libro ilustrado con
dibujos magníficos; como se había levantado y abandonado la habitación, dejó su libro con
el fin de reanudar su lectura tan pronto como volviera. Yo no tenía nada de especial que
hacer en aquel momento, y lo tomé para mirar las imágenes. A su regreso, Margot, viendo
su libro en mis manos, frunció el ceño y me rogó que se lo devolviera. Yo quería retenerlo
un instante más. Margot se enfadó de veras, y mamá intervino, diciendo:
—Margot está leyendo ese libro. ¡Debes dárselo!
Entrando en la habitación e ignorando de qué se trataba, papá notó, sin embargo, el
gesto de víctima de Margot, y exclamó:
—¡Querría verte a ti si Margot se pusiera a hojear uno de tus libros!
Yo cedí inmediatamente, y, después de haber dejado el libro, salí de la habitación...,
humillada, según la expresión de papá. No se trataba de sentirse humillada, ni de estar
enojada. Estaba simplemente apenada.
No me pareció justo que papá me reprendiera sin preguntar la causa de nuestra
discusión. Yo misma habría devuelto el libro a Margot, y mucho más pronto, si papá y
mamá no hubiesen intervenido: en cambio, se pusieron en seguida de parte de mi hermana,
como si ella fuera víctima de una gran injusticia.
Mamá protege a Margot, huelga decirlo; ellas se protegen siempre mutuamente.
Estoy tan acostumbrada a esa situación, que me he vuelto indiferente por completo a los
reproches de mamá y al humor irritable de Margot.
Yo las quiero sólo porque son mi madre y mi hermana. En cuanto a papá es otra
cosa. Me consumo íntimamente cada vez que él exterioriza su preferencia por Margot, que
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