Gentileza de El Trauko
http://go.to/trauko
Tuya,
ANA
Viernes 10 de julio de 1942
Querida Kitty:
Seguramente te he aburrido con esa larga y fastidiosa descripción de nuestra nueva
vivienda, pero aun así me parece importante que tú sepas dónde hemos venido a parar.
Ahora, la continuación de mi relato, porque, claro, no había terminado. Tan pronto
como llegamos a la casa sobre el Prinsengracht, Miep nos hizo subir al anexo. Cerró la
puerta detrás de nosotros y quedamos solos. Como había llegado en bicicleta antes, Margot
nos aguardaba ya. Nuestra gran habitación, así como las otras, se encontraban en un
desorden inimaginable. Todas las cajas, trasladadas al escritorio en el transcurso de los
meses precedentes, yacían en el suelo, sobre las camas, por todas partes. En el cuartito,
ropa de cama, frazadas, etc., se apilaban hasta el techo. Había que ponerse a trabajar
inmediatamente, si queríamos dormir esa noche en lechos decentes. Ni mamá ni Margot se
hallaban en condiciones de cooperar; se dejaron caer sobre los colchones, agotadas y
desdichadas. Mientras que papá y yo, los "ordenadores" de la familia, queríamos comenzar
al momento.
Todo el día estuvimos vaciando cajas, arreglando los armarios, poniendo orden,
para por fin caer muertos de fatiga en camas bien hechas y bien limpias. No habíamos
comido nada caliente en todo el día, cosa que no nos había preocupado en absoluto; mamá
y Margot se sentían demasiado cansadas y deprimidas como para comer, y tanto papá
como yo estábamos excesivamente ocupados para pensar en eso.
El martes a la mañana reanudamos el trabajo inacabado. Ellie y Miep, que se
ocupan de nuestro aprovisionamiento, habían ido a buscar las raciones. Papá preparó un
rudimentario enmascaramiento de las luces para impedir que nos vieran desde afuera;
fregamos y lavamos el piso de la cocina. Hasta el miércoles, no tuve un minuto para pensar
en la convulsión que, de la noche a la mañana, cambiaba completamente mi vida. Por fin,
he encontrado un momento de tregua para contarte todo esto y para darme cuenta también
de lo que me ha sucedido y de lo que puede ocurrir todavía.
Tuya,
ANA
Sábado 11 de julio de 1942
Querida Kitty:
Ni papá ni mamá ni Margot han podido habituarse aún al carillón del Westerturm,
que suena cada cuarto de hora. A mí me pareció maravilloso, desde el primer momento,
sobre todo de noche, cuando un sonido familiar da aliento. ¿Te interesa quizá saber si me
gusta mi escondite? Debo decirte que yo misma no lo sé aún. Creo firmemente que nunca
podré considerarme en mi hogar en esta casa, lo que no significa que ella sea lúgubre.
Tengo más bien la impresión de que estoy en una pensión muy curiosa. Tal opinión a
15