Gentileza de El Trauko
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Se hacen correr los rumores más absurdos, pero, sin embargo, los hay que son
verídicos. Esta semana, por ejemplo, el señor Koophuis nos ha contado que en la Gueldre
hubo un partido de fútbol, uno de los equipos se componía exclusivamente de hombres que
actuaban en la resistencia y el otro de miembros de la policía. En Hilversum se realizó una
nueva distribución de tarjetas de racionamiento, haciendo acudir a quienes protegen a los
que se encuentran ocultos a cierta hora para recoger sus tarjetas, que se hallaban sobre una
mesita, discretamente apartadas. Hay que tener agallas para hacer eso en la nariz y en las
barbas de los nazis.
Tuya,
ANA
Jueves 3 de febrero de 1944
Querida Kitty:
La fiebre de invasión ha ganado al país y aumenta de día en día. Si tú estuvieras
aquí, serías como yo: ora te dejarías impresionar por los preparativos extraordinarios, ora
te burlarías de las personas que se excitan tanto, quizá, ¡quién sabe!, para nada.
Todos los diarios se ocupan de lo mismo; la posibilidad de una invasión aliada
enloquece a la gente completamente. Se leen artículos tales como éste: "En caso de
desembarco de los ingleses en Holanda, las autoridades alemanas tomarán todas las
medidas para la defensa del país; si es necesario, se recurrirá a la inundación". Distribuyen
pequeños mapas geográficos de Holanda con las regiones a inundar. Como Amsterdam se
encuentra en esta zona, nos preguntamos lo que sucedería con un metro de agua en las
calles.
Este problema difícil ha provocado las más variadas respuestas:
—La marcha a pie y a bicicleta quedan descartadas; será menester cruzar
penosamente.
—¡Qué va! Se irá a nado. Todo el mundo se pondrá en traje de baño, sin olvidar la
gorra, y nadaremos bajo el agua todo lo posible; así, nadie verá que somos judíos.
—¡Ah, qué tontería! Me gustaría ver a las señoras nadando, cuando las ratas se
pongan a morderles sus lindas piernas.
(Un hombre, naturalmente, pero veremos quien grita más fuerte, él o nosotras).
—Nunca podremos salir de la casa; el edificio es tan viejo, que se desplomará en
cuanto comience Ja inundación.
—Escuchen todos, y déjense de bromas. Vamos a arreglarnos para conseguir una
pequeña lancha.
—No vale la pena. No hay más que tomar un gran cajón, el embalaje de las latas de
leche del desván, y remar con bastones.
—Por mi parte, yo caminaré con zancos. Era campeón en mi juventud.
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