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E L D IARIO DE A NA F RANK
precisamente, yo he tomado la costumbre de decirte todo cuanto
me pesa en el corazón; y el resto del día estoy todo lo alegre, todo
lo segura de mí misma y todo lo insolente que me es posible, con
el fin de evitar cualquier interrogatorio y no tener que deprimirme.
Margot es muy amable, y no desea nada mejor que ser mi
confidente, pero a mí me es imposible contárselo todo. Es
cariñosa, bella y buena, pero peca de cierta despreocupación por
las cosas profundas. Me toma en serio, demasiado en serio, y, sin
duda, se devana los sesos pensando en su hermanita,
examinándome con la mirada a cada cosa que digo, como si
cavilara: «¿Es eso verdad o está interpretando una comedia?».
Estamos constantemente juntas. Eso es lo malo, porque a mí no
me gustaría tener a mi confidente siempre a mí alrededor.
¿Saldré alguna vez de este laberinto de pensamientos, y veré
en ellos claro algún día, para quedarme en paz?
Tuya,
ANA
Martes 14 de marzo de 1944
Querida Kitty:
Quizá te divierta -a mí no- saber lo que vamos a comer hoy.
Como la empleada doméstica está trabajando en las oficinas me
encuentro instalada en este momento en la mesa de los Van Daan.
Me cubro la nariz con un pañuelo embebido en perfume de
preguerra. Tú no comprendes todavía, así que comenzaré por el
principio.
Nuestros proveedores de cupones para alimentos han sido
atrapados. Sólo tenemos nuestras tarjetas de racionamiento, ya
no nos quedan porotos ni aceite o grasa. Como Miep y Koophuis
están enfermos, Elli no puede efectuar las compras, la melancolía
reina en casa, y forzosamente las comidas se están resintiendo. A
partir de mañana, no tendremos un gramo de grasa, ni de
mantequilla, ni de margarina. El desayuno ya no consiste en patatas
fritas (para economizar el pan), sino en avena con leche; como la
señora Van Daan creía que estábamos a punto de morir de hambre,
hubo que comprar leche e