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se ha dado cuenta de que Fanny le da sueño. Yo le sirvo, pues, de
despertador o de estimulante, como tú quieras. Nunca se sabe en
qué puede uno ser útil en la vida.
El sábado en la noche, Jopie se quedó a dormir en casa, pero
el domingo, después de mediodía, se fue a reunir con Lies, y yo
me aburrí lo indecible. Harry tenía que venir a verme al anochecer,
pero me telefoneó alrededor de las seis. Atendí el teléfono, para
oírle decir:
-Habla Harry Goldman. Por favor, ¿puedo hablar con Ana?
-Si, Harry, soy yo.
-Buenas tardes, Ana. ¿Cómo estás?
-Bien, gracias.
-Siento no poder ir luego, pero tengo algo que decirte. ¿Te
molestaría que pasara por ahí dentro de diez minutos?
-Está bien... Hasta luego.
-Hasta luego. Estaré en tu casa en unos minutos.
Me cambié de vestido y me arreglé un poco el pelo. Enseguida,
me asomé a la ventana, nerviosa. Por fin lo divisé. Tuve que
dominarme para no correr escaleras abajo. Esperé hasta que sonó
el timbre. Bajé a abrir la puerta, y él fue derecho al grano:
-Escucha, Ana. Mi abuela te encuentra demasiado joven para
mí, y dice que debo salir con la Lours. ¡Pero tú sabes que ya no
me gusta Fanny!
-No, no sabía. ¿Pelearon?
-No, al contrario. Yo le había dicho a Fanny que, puesto que
no nos entendíamos muy bien, era inútil verse a cada momento;
que ella podía seguir yendo a nuestra casa cuando quisiera y que
yo confiaba poder ir a la suya como amigos. Yo tenía la impresión
de que ella frecuentaba a otros muchachos, por eso, hablé del
asunto con displicencia. Ahora bien, eso no era verdad. Mi tío
me dijo que debo disculparme con Fanny, pero naturalmente que
yo no lo creo necesario, y por eso he roto. Desde luego, ésa no es
más que una entre varias razones. Mi abuela insiste en que yo
salga con Fanny y no contigo, pero no pienso hacerlo. Los viejos
© Pehuén Editores, 2001.
son a veces tan anticuados, que no tienen arreglo. Necesito a mis
abuelos, pero, en cierto sentido, ellos también me necesitan a
mí... Tengo libre la tarde del miércoles, porque mis abuelos me
creen en clases de artesanía. En realidad, voy a reuniones del
movimiento sionista. Mis abuelos no me lo permitirían, porque
están en contra del sionismo. No soy partidario fanático, yo
tampoco, pero el movimiento significa algo, y de cualquier modo
me interesa. Sin embargo, en los últimos tiempos no me han
gustado esas reuniones, y tengo la intención de dejarlas. Iré allí
por última vez el miércoles próximo. En ese caso, yo podría verte
siempre el miércoles en la tarde, el sábado a la tarde y a la noche,
el domingo a la tarde, y quizá con más frecuencia todavía.
-Pero si tus abuelos se oponen, no podrás hacerlo a espaldas
de ellos.
-El amor siempre encuentra un camino.
En ese momento, al pasar por delante de la librería de la
esquina, vi a Peter Wessel que hablaba con dos amigos. Fue la
primera vez, en mucho tiempo, que me saludó. Eso me causó
una inmensa alegría.
Harry y yo seguimos caminando y, por último, nos pusimos
de acuerdo para una cita: yo debía encontrarme ante su puerta, el
día siguiente, cinco para las siete de la tarde.
Tuya,
ANA
Viernes 3 de julio de 1942
Querida Kitty:
Ayer, Harry vino a casa para conocer a mis padres. Yo había
comprado una torta, bizcochos y pasteles para el té. Había un
poco de todo. Pero ni Harry ni yo teníamos deseos de quedarnos
quietos en una silla, sentados el uno al lado del otro, y nos fuimos
a pasear. Eran ya las ocho y diez cuando él me trajo a casa. Papá
estaba muy enojado. Dijo que no debía regresar tan tarde, pues es
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