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E L D IARIO DE A NA F RANK El las observa estrictamente, y no se preocupa para nada de las súplicas del otro lado de la puerta, que anuncian un desastre inminente. Número 9: No pertenece a los miembros de la gran familia, pero se cuenta entre los invitados. Elli tiene muy buen apetito. No deja nada, no es remilgada. La menor cosa le agrada, con gran satisfacción también de nuestra parte. Siempre de buen humor, servicial, buena. En suma: llena de virtudes. Tuya, ANA Martes 10 de agosto de 1943 Querida Kitty: Mi último descubrimiento: en la mesa, me hablo a mi misma en vez de hacerlo a los demás. Es un éxito, desde dos puntos de vista. Ante todo, ellos se alegran de no tener que dejarme la palabra por mucho tiempo, además, ya no tengo que sulfurarme por las opiniones ajenas. En cuanto a mi opinión personal, yo no la juzgo tonta -aunque los otros sí-, y por eso me la guardo. Otro tanto en lo que se refiere a la comida: si tengo que tragarme una cosa que detesto, tomo mi plato, trato de imaginar que hay en él algo delicioso y, mirándolo lo menos posible, ya lo he engullido todo antes de darme cuenta. Para levantarme por la mañana (tanto como me cuesta), otra maniobra: salto de la cama, diciéndome: «Volverás a acostarte enseguida, con toda comodidad», pero corro a la ventana, quito el enmascaramiento, aspiro el aire fresco por la rendija entreabierta, hasta que estoy bien despabilada. Luego, enseguida a quitar las sábanas para no dejarse tentar. Mamá llama a eso «ser una artista del vivir». ¿No te parece divertido? Desde hace una semana, nadie tiene ya la hora exacta. El reloj de nuestro querido y fiel Westerturm ha sido quitado, sin duda para la fundición de metales destinados a material de guerra. Ya no hay manera de averiguar la hora, ni de día ni de noche. Yo sigo esperando que el reloj sea reemplazado por un artefacto cualquiera, de hierro o de cobre, que recuerde al barrio su amado carillón. Esté donde esté, mis pies suscitan la admiración a mi alrededor. A pesar de las circunstancias, estoy admirable, maravillosamente calzada, gracias a Miep, que ha descubierto un par de zapatos de ocasión, por 27 florines y medio; son de gamuza con refuerzos de cuero, de un rojo borra de vino y con tacones bastante altos. Aumentan mucho mi estatura. Tengo la impresión de andar con zancos. Dussel ha estado a punto de poner nuestras vidas en peligro. Ha tenido la ocurrencia de encargarle a Miep un libro prohibido: una sátira sobre Hitler y Mussolini. Al volver en bicicleta con el famoso librito, tuvo un choque con unos S.S. motociclistas. Perdiendo la cabeza, ella les grito: «¡Canallas!», y se escabulló a toda prisa. Prefiero no pensar en lo que habría acontecido si la llevan a la comisaría. Tuya, ANA Miércoles 18 de agosto de 1943 Querida Kitty: Podría titular lo que sigue: «La tarea comunal del día: pelar patatas». Uno va a buscar los periódicos; otro, los cuchillos, reservándose el mejor para sí mismo; un tercero, las patatas; un cuarto, la cacerola llena de agua. El señor Dussel comienza. Si no pela siempre bien, en todo caso lo hace sin interrupción y mira a diestro y siniestro para ver © Pehuén Editores, 2001. )58(