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E L D IARIO DE A NA F RANK NOTA DEL TRADUCTOR Función de mediar -de intermediar- entre dos mundos, entre dos universos lingüísticos, conceptuales, emocionales -entre dos cosmologías acaso- es la del traductor. La del intérprete. Interpretar los signos, las huellas inscritas en un contexto, y convertirlas en pretexto para otro texto. Suerte de villano llevado de frontera en frontera por los aires de Babel, especie de veleta agitada por el soplo del habla, que -cuando coloca la mano sobre el corazón- se esmera en no traicionar. Esta vez se trataba de no traicionar el texto de Ana Frank. De afinar al máximo la transmisión del documento de una vida de chiquilla adolescente. De una escritora incipiente, mordaz, valiente en la crítica de su conducta, en la denuncia de la injusticia apocalíptica que trasunta con ferocidad todo nuestro siglo -y, cómo que no- TODA nuestra historia. De una adolescente desarraigada de un mundo lingüístico, que, como tantos laureados creadores literarios de nuestro siglo, opta por hacer suyo otro, por desentrañar otro y hacerlo visceralmente suyo. La traducción de El Diario de Ana Frank -con los ojos puestos © Pehuén Editores, 2001. )2(