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consigo a su gato, Mouschi. No espero gran cosa de él, como
compañero. El señor y la señora Van Daan llegaron media hora
más tarde. La señora provocó nuestra hilaridad al sacar de su
sombrerera un enorme orinal.
-Sin él no puedo vivir -declaró.
Era el primer objeto que encontraba su sitio fijo, debajo del
diván que les sirve de cama. El señor Van Daan no había traído el
orinal, sino su mesa plegadiza para el té.
Desde el comienzo hicimos todas las comidas juntos en una
atmósfera de cordialidad. Después de tres días, todos sentimos
que nos habíamos transformado en una sola familia. Era evidente
que, habiendo formado aún parte durante toda la semana de los
habitantes del mundo exterior, los Van Daan tenían muchas cosas
que contarnos. Entre otras, lo que más nos interesaba era qué
había sido de nuestra casa y del señor Goudsmit.
El señor Van Daan nos relató lo siguiente:
-El lunes a la mañana, el señor Goudsmit me telefoneó para
preguntarme si podía pasar por su casa, cosa que hice
inmediatamente. Estaba muy nervioso. Me mostró una cartita
dejada por los Frank, y se mostró dispuesto a llevar el gato a casa
de los vecinos, en lo que estuve de acuerdo. El señor Goudsmit
temía una investigación, y por eso examinamos todas las
habitaciones, poniendo en ellas un poco de orden; también
despejamos la mesa del desayuno. De pronto, observó sobre el
escritorio de la señora Frank un anotador en el cual estaba escrita
una dirección de Maastricht. Aun sabiendo que la había dejado
intencionalmente, simulé sorpresa y susto, rogando al señor
Goudsmit que quemara aquel maldito papel sin tardanza.
«Aunque todo el tiempo simuló no saber nada acerca de la
desaparición de ustedes, después de haber visto aquel trozo de
papel, se me ocurrió una cosa. Señor Goudsmit -dije-, me parece
recordar algo que podría estar relacionado con esta dirección.
Un oficial de jerarquía se presentó en la oficina, hace alrededor
de seis meses. Estaba destinado a la región de Maastricht, parecía
ser un amigo de juventud del señor Frank, y le prometió ayudarlo
en caso necesario. Dije que, según todas las probabilidades aquel
oficial había debido mantener su palabra, facilitando de una u
otra manera el paso de la familia Frank a Suiza, a través de Bélgica.
Le recomendé que contara eso a los amigos de los Frank que
pidieran noticias de ellos, aunque sin hablar necesariamente de
Maastricht. Enseguida, me marché. La mayoría de los amigos de
ustedes han sido puestos al corriente. Lo he sabido por diversos
conductos».
Nosotros encontramos esta historia muy divertida, y nos
reímos aun más de la fuerza de imaginación de la gente, de la que
nos daban prueba otros relatos del señor Van Daan. Así hubo
quien nos vio partir, a las cuatro, al romper el alba, montados en
bicicleta; y una señora que pretendía saber a ciencia cierta que
habíamos sido metidos en un auto militar en plena noche.
Tuya,
ANA
Viernes 21 de agosto de 1942
Querida Kitty:
La entrada de nuestro escondite ha sido ahora adecuadamente
disimulada. El señor Kraler era del parecer de colocar un armario
delante de la puerta de entrada (hay muchos allanamientos a causa
de las bicicletas ocultas), un armario giratorio que se abriera como
una puerta.
El señor Vossen se ha esforzado como ebanista para la
fabricación de este armatoste. Entretanto, fue puesto al corriente
de nuestra permanencia en el anexo, y se muestra servicial a más
no poder. En este momento, para poder llegar a las oficinas, hay
que encorvarse primero y luego saltar, porque los peldaños han
desaparecido. Al cabo de tres días, todos teníamos chichones,
© Pehuén Editores, 2001.
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