El Decano. Número 43. Diciembre de 2018 El Decano. Número 43 | Page 73
Premio Hemingway
Se conocían desde niños. Currito era un
chiquillo del pueblo un tanto despistado y
esquivo, un bicho raro. En el colegio se
mantenía apartado de los demás.
Desdeñaba jugar a la pelota o cualquier
otro divertimento colectivo. Solitario y
soñador, solo ansiaba ser torero. Por eso
su mejor amigo, y el único, era Manuel, el
hijo del mayoral de Peñagrande. A ninguno
de los dos le gustaba estudiar y cada vez
pasaban más tiempo en la finca,
fantaseando junto a los toros con futuras
tardes de gloria.
-Un día torearé un toro de éstos y triunfaré
con él. Y tú habrás de verlo, Manuel,
cuando seas mayoral -le dijo el muchacho
mientras ayudaban a los vaqueros a
descargar unas balas de paja en el
cercado de los imponentes cuatreños-.Tú y
yo saldremos juntos a hombros.
-Curro, ¿no te dan miedo? ¡Fíjate qué
pitones tan grandes! ¡Y qué forma de
mirar!
-¿Miedo? Si el toro es el mejor compañero
del torero. Si quiere hacer faena, tiene que
saber ganarse su amistad y enseñarle a
embestir.
-¿Y cómo se puede convencer a un toro
para que se deje torear?
-¡Pues hablándole, como se habla a las
personas!
-Curro, tú estás loco -contestó Manuel.
-Bueno, para ser torero hay que estar un
poco loco -respondió encogiéndose de
hombros-; así que ya tengo algo
adelantado.
Cuando el padre de Manuel, el viejo
mayoral, le escuchó, decidió encerrarle
una becerra en la pequeña plaza de
tientas.
-Currito, te voy a echar una vaquilla, a ver
cómo te apañas. ¡Tú verás lo que le dices!
¡Jajaja!
El chaval apenas sabía coger bien una
muleta, pero conocía perfectamente las
querencias y el carácter de cada animal de
esa finca, uno por uno. Así, las reacciones
de la becerra nunca le cogían por
sorpresa. De alguna manera consiguió salir
airoso del trance. Con el tiempo dejó la
escuela y se puso a trabajar con los
vaqueros, aprovechando cualquier mínima
oportunidad para pegar unos pases.
Despierto y espabilado, aprendía también
de los matadores que iban a la finca a
tentar y al cabo de los años llegó a ser un
torero de cierto renombre. Aquella tarde
estaba anunciado en Sevilla con una
corrida del marqués de Peñagrande y
Manuel fue a saludar a su viejo amigo
antes del paseíllo.
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