El Corán y el Termotanque | Sexto número Año 2, número 6 | Page 35

otra que retroceder para darle espacio cuando empieza a extenderse por toda la habitación. Después dice que nos va a dar un momento a solas, mientras llama al hospital para los preparativos. Laura todavía llora un rato y después para. Se seca las lágrimas con el dorso de la mano y después con la bata. Al final me hace señas para que le alcance el bolso. Revuelve hasta que encuentra unos pañuelos descartables y se suena la nariz dos veces. Desde el bolsillo abierto asoma una bolsa de nylon. La saca. Mira los bulbos rojizos que parecen raba- nitos a la luz de la ventana. Afuera el médico habla con una enfermera: le da indica- ciones para que las transmita al hospital. Se escuchan algu- nas palabras sueltas que se nos clavan como puñales. Laura sigue inmóvil, con la bolsa en la mano y la mirada perdida. Salgo al pasillo para pedirle al médico que se vayan a hablar más lejos pero se me quiebra la voz. De todos modos me entiende. Me pone la mano en el hombro como antes se la puso a Laura para preguntarle cómo estaba, pero lo que dice ahora –lo que repite ahora– es que lo siente. Vuelvo al consultorio; la puerta quedó entreabierta. Desde afuera veo el perfil de Laura sentada en la camilla, su panza llena de nada, la mirada perdida y la mano metida en la bolsa. —Laura —, le digo. No me mira. Abre la bolsa despacio, como si en esa dila- ción me diera la oportunidad de hacer o decir algo más. Saca el primero de los bulbos y, durante un momento, lo examina. A la luz parecen de un rojo más vivo, como el de los pétalos rugosos que crecieron entre los capullos muer- tos. No guarda el bulbo rojo: lo tiene ahí, como sopesán- dolo, atrapada en una decisión impostergable. Entonces algo sucede. La cara se le va transfigurando lenta, inexora- blemente, como si una oscura comprensión la asaltara de golpe. Vuelvo a decir su nombre aunque sé que no alcanza: tendría que moverme, agarrarle la mano que avanza con el bulbo tembloroso entre los dedos, detenerla ahora que todo está por suceder, detenerla antes de que sea tarde 33