El Corán y el Termotanque | Segundo número | Page 25
El Corán y el Termotanque
fui a un costado, fuera de la fila, a un punto muerto de esa sucursal perdida, llena de
espacio blanco sin querer, me apoyé el libro en la falda porque la mesa que había era
muy alta, me puse de espaldas a la empleada, a la cola de clientes, como siguiendo la
recta diagonal de la vidriera, de la esquina, de espaldas también a la florería, como
una protesta, como un reflejo defensivo, como si esa acción mínima, solitaria, mandar un libro por correo a un amigo, a una pareja de amigos, fuera un gesto contra la
muerte, una manera de expandirse, de extenderse, de multiplicarse, de meterse en los
relatos de otros, en las voces de otros, copié tu dirección, tu código postal, que sería
como tu mail, digamos, puse mis datos, le entregué el sobre a la empleada, lo cerró
con boligoma, me dijo ahora mi compañera te cobra, la compañera era un clon a una
computadora de distancia, una empleada igual, podría haberme dicho, esta otra, la
segunda, ahora mi compañera te cobra y mandarme con la primera y la primera volver a decirme ahora tu compañera y me podrían haber loopeado y yo no me habría
dado cuenta porque las dos eran la misma, una forma sin distinciones, como dos
pedazos de aire, fui con la otra, le dije bueno, un impreso simple a La Plata, me dijo,
con la cara como en un buche de arena, que no podía ser impreso simple porque el
impreso simple tiene que ir en un sobre transparente cerrado al vacío para que nosotros podamos saber que es un libro, una revista o un folleto, dijo nosotros para decir
yo, el correo, la empresa que me paga, todo esto, esta esquina, ese corte, la vidriera
en diagonal como cubriéndose del sol, la birome, la boligoma, mi compañera, que
no dijo nada del sobre, que cerró el sobre, como el sobre está cerrado esto es
carta simple, dijo, igual sale lo mismo, bueno, está bien, cuánto tarda, le dije,
y me contestó que más o menos una semana, así que en más o menos una
semana un sobre azul debería estar en tu casa si es que el servicio analógico de internet no encuentra desvíos ni errores, no te digo que te
sientes a esperar, que suspendas tu vida una semana, pero por ahí tu
hija, que está en la Fase 1 de la existencia, puede ocuparse de estar
pendiente del cartero, puede dedicarse a esperarlo mientras
mantiene su relación confusa con el mundo, que quizás sea,
en el fondo, más clara que la nuestra, menos abrumadora,
nosotros, en medio de la lucidez, andamos fijándonos
en estas cosas, defendiéndonos como nos sale de las
empleadas del correo, de la vidriera en diagonal, de
la ignorancia, del miedo, de la timidez, mandando
libros a los amigos, intentando multiplicarnos en
papel, en letras impresas, como si esos gestos, que
se evaporan con mayor lentitud, fueran una manera,
torpe, de combatir las florerías
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