El Corán y el Termotanque | Quinto número Año 2, número 5 | Page 31

manto horrendo de espalda y pecho y ve al viejo, en calzoncillos, en el balcón y lo ve quieto y escucha el sofocón de un colectivo llanta asfalto y siente más calor el seso crudo que dimana granos hinchados, ronchones serios raíz de peste creciéndole y el viejo ahí sentado, de costado atrás el río y la humedad abajo, esa calle que no mira y usted se para y busca aire o cielo o tiempo va y viene, se moja y es inútil estalla en un vómito aceitoso embadurnado sin cara no ve la calle el hueco pero sí al viejo que apenas se mueve, ahí sentado que no lo observa, se acomoda y sigue nada y se desespera porque ahora se prende fuego o recalienta hasta echar una humareda es ácido ese musgo espantoso que le salió de la cara y las manos las verrugas carcomidas se congelan y queman como el calor ahora son humo los huesos se le cortan las muñecas y las pulseras se van con las manos pero no hay sangre es un seco coágulo inflamado los poros se estiraron y succionan y en uno o dos segundos va a estallar de nuevo corre atormentado se va derritiendo y no siente el aire apenas una leve brisita gira y la busca está el balcón y el viejo quieto, en calzoncillos lo ve y el viejo a usted, no y otra vez la comezón el humo las arcadas y todo derretido abre eso que queda de sus brazos y siente frío camina y va dejando manchones de grasa pedazos de costra cremada escucha un chillido de frenos la calle y ve que el viejo no mira por fin, busca una silla la acomoda y se sienta de espaldas al río. 29