EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA El coronel no tiene quien le es - Gabriel Garcia M | Page 22
Contrariando su costumbre no se dirigió directamente a la casa. Tomó café en
la sastrería mientras los compañeros de Agustín hojeaban los periódicos.
Se sentía defraudado. Habría preferido permanecer allí hasta el viernes
siguiente para no presentarse esa noche ante su mujer con las manos vacías.
Pero cuando cerraron la sastrería tuvo que hacerle frente a la realidad. La mujer
lo esperaba.
—Nada —preguntó.
—Nada —respondió el coronel.
El viernes siguiente volvió a las lanchas. Y como todos los viernes regresó a
su casa sin la carta esperada.
« Ya hemos cumplido con esperar» , le dijo esa noche su mujer. « Se necesita
tener esa paciencia de buey que tú tienes para esperar una carta durante quince
años» . El coronel se metió en la hamaca a leer los periódicos.
—Hay que esperar el turno —dijo—. Nuestro número es el mil ochocientos
veintitrés.
—Desde que estamos esperando, ese número ha salido dos veces en la lotería
—replicó la mujer.
El coronel ley ó, como siempre, desde la primera página hasta la última,
incluso los avisos. Pero esta vez no se concentró. Durante la lectura pensó en su
pensión de veterano. Diecinueve años antes, cuando el congreso promulgó la ley,
se inició un proceso de justificación que duró ocho años. Luego necesitó seis años
más para hacerse incluir en el escalafón. Esa fue la última carta que recibió el
coronel.
Terminó después del toque de queda. Cuando iba a apagar la lámpara cay ó
en la cuenta de que su mujer estaba despierta.
—¿Tienes todavía aquel recorte?
La mujer pensó.
—Sí. Debe estar con los otros papeles.
Salió del mosquitero y extrajo del armario un cofre de madera con un
paquete de cartas ordenadas por las fechas y aseguradas con una cinta elástica.
Localizó un anuncio de una agencia de abogados que se comprometía a una
gestión activa de las pensiones de guerra.
—Desde que estoy con el tema de que cambies de abogado y a hubiéramos
tenido tiempo hasta de gastarnos la plata —dijo la mujer, entregando a su marido
el recorte de periódico—. Nada sacamos con que nos la metan en el cajón como
a los indios.
El coronel ley ó el recorte fechado dos años antes. Lo guardó en el bolsillo de
la camisa colgada detrás de la puerta.
—Lo malo es que para el cambio de abogado se necesita dinero.
—Nada de eso —decidió la mujer—. Se les escribe diciendo que descuenten
lo que sea de la misma pensión cuando la cobren. Es la única manera de que se