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Ante el estrés, el cuerpo y el cerebro se ponen en situación de alerta: se produce adrenalina, aumentan las palpitaciones y se secretan más hormonas, como el cortisol.

Cuando baja la alarma pasado un cierto tiempo, o en el caso de un niño después de que un adulto le consuele, la respuesta ante el estrés se atenúa y el cuerpo vuelve a su estado natural.

Pero si ese consuelo no llega, esa respuesta se mantiene constantemente activa, incluso cuando ya no existe un peligro aparente.

Menos conexiones neuronales.

Este tipo de respuesta prolongada al estrés se considera tóxica porque puede "sobresaturar" el cerebro del niño e interrumpir el desarrollo de su arquitectura, particularmente durante los períodos más sensibles del desarrollo temprano.

Más enfermedades de pequeños y de grandes.

El estrés tóxico resulta en una desregulación del sistema inmunológico que aumenta el riesgo y la frecuencia de las infecciones en los niños.

En el caso de los adultos, si sufrieron estrés tóxico en la infancia también experimentan más enfermedades físicas y presentan peores resultados en el estado de salud, como más casos de alcoholismo, enfermedades de obstrucción pulmonar crónica, depresión, cáncer, obesidad, más intentos de suicidio, cardiopatías "y una miríada de otras patologías"

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Tóxico