de la industria aseguradora, de tal manera
que las instituciones puedan sortear con
maestría la nueva realidad que presentará
el consumo, las relaciones interpersonales,
la economía y la sociedad.
Es fundamental que los diversos
actores que forman parte del ecosistema
asegurador apuesten por volverse más
eficientes y acepten sin cortapisas las
abruptas transformaciones que se están
cristalizando en esta época. Al respecto,
habría que virar la atención hacia la
digitalización, pero con una actitud mucho
más atrevida, de modo que la velocidad
con la que se adoptan dichos adelantos
adquiera un mejor ritmo, deje de girar
solamente alrededor de la comercialización
y también considere el servicio que se les
brinda a los clientes.
La COVID-19 generó una evolución
decisiva del concepto servicio; por ello,
las instituciones de seguros tienen que
adquirir necesariamente la tecnología
que les permita ofrecer una experiencia
de consumo ubicua, mucho más ágil y
absolutamente digital.
La comercialización de seguros por
medio de las plataformas digitales
adquirirá un papel mucho más importante;
sin embargo, la suscripción, el ajuste y
la reclamación también experimentarán
modificaciones drásticas en el corto plazo,
y con mucha velocidad.
En concreto, el evento pandémico
provocó que las diversas capas
generacionales perdieran el miedo a las
compras que se concretan con un clic, por
lo que entender estas nuevas tendencias es
un punto de inicio para que la evolución
del modelo de negocios en seguros madure.
Una vez que las instituciones logren
adaptar sus estrategias a la nueva
era digital que provocó la expansión
del SARS-CoV-2, deben encaminar
sus esfuerzos hacia la consolidación
y permanencia de una posición
preponderante; por esa razón, la fórmula
más apropiada para sortear este reto
NÚMERO 2 - JULIO-SEPTIEMBRE 2020 27