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estructura de triple hélice para el ADN, que contenía errores que contradecían la naturaleza ácida del mismo.
La química británica Rosalind Franklin, trabajando junto a Maurice Wilkins en el King’s College de Londres, realiza en los primeros años 1950 una serie de fotografía de difracción de rayos X del ADN, y descubre importantes características estructurales. Es conocida la historia de que Wilkins mostró la llamada “fotografía 51” a Watson, que le permitió junto con Crick elaborar una estructura válida del ADN.
James Watson y Francis Crick, en la Universidad de Cambridge, acuciados por el fracaso de Pauling, publicaron su estructura en 1953. En el mismo número de la revista Nature hay un trabajo de Franklin y Raymond Gosling describiendo la difracción de rayos x en los ácidos nucleicos.
La tremenda injusticia que Franklin sufre a manos de sus colegas no es nada comparada con su muerte en 1958, aquejada de un tumor cuyo origen podría estar en la exposición a radiaciones durante su trabajo. De esta forma no le pudo ser concedido el premio Nobel que Watson, Crick y Wilkins compartieron en 1962.
El trabajo de Watson y Crick se menciona a veces como el artículo más importante en la ciencia biológica de la historia. No solo porque se desvela un misterio, la naturaleza del material hereditario, sino porque la elegancia del modelo revela el funcionamiento del ADN, su maquinaria de expresión y replicación. Se abre con él un nuevo periodo en la ciencia, el de la Biología Molecular.
Watson y Crick no descubieron el ADN, pero sí su estructura, “una estructura tan bella, por fuerza, tenía que existir”.
¿Y se han preguntado por qué Watson y Crick, y no Crick y Watson? Bien, es el orden de los autores en su artículo de 1953; orden escogido, sí, tras lanzar una moneda.