Al salir del pueblo, el abuelo después de pensar un buen rato le dijo a su nieto:
- Ya ves que hay que tener opinión propia y no hacer mucho caso de lo que diga la gente.
El anciano y el niño se cargaron al burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente acudió de todas partes. Con grandes risotadas los pueblerinos se burlaban diciendo:
- ¡Qué par de tontos! Nunca hemos visto gente tan tonta. Tienen un burro y, en lugar de montarse, lo llevan a cuestas.