Alison y Mía no lo podían creer ellas sabían lo que había pasado y sentían frustradas al ver las caras de sus padres y darse cuenta de que no les creían. Cecilia pensó que a lo mejor habían alucinado por lo que decía la gente, pero José su padre si les creyó, le dijo que a él también le habían pasado cosas raras y que los demonios y los fantasmas existían pero que si no les prestaban atención iban a estar bien. Les dijo a sus hijas que se tranquilizaran que ya todo había pasado, Alison y Mía se sintieron mejor y Cecilia finalmente las apapachó. Todos durmieron juntos en la misma recamara, deseando que jamás en la vida se volviera a repetirse, esa noche.