Edición 93 Metroflor MetroFlor_93_WEB | Page 67

Mockus cuando en una sesión del Senado tuvo que recurrir a su viejo truco de bajarse los pantalones para lograr la atención de sus colegas. Creo que ni la blancura de las nalgas del, ese sí, honorable congresista (en todo el sentido de la palabra) fue suficiente para acallar a algunos de los “payasos de poca monta” que hacen parte de ese circo, para uti- lizar las palabras de un distinguido senador al re- ferirse a otro menos distinguido que prendió fuego a una bandera de los Estados Unidos, en medio de una sesión hace ya muchos años (los lectores más veteranos sabrán a quienes hago referencia). Ante tanta indisciplina, no es de extrañar porqué en este país muchas veces no haya tiempo para someter a un ordenado, respetuoso y profundo debate demo- crático los proyectos de ley que servirán de marco al desarrollo de nuestra nación, y que frecuente- mente las iniciativas legislativas sean votadas “a pupitrazo” cuando los tiempos se agotan. Quise entonces reflexionar un poco sobre qué significa ser senador, para referirme solamente a los que gozan de esa alta investidura en la cámara alta. La palabra “senador” viene del latín senatus (senex – viejo, y atus, sufijo que en castellano equi- vale a ado). En la Roma antigua el senado era un consejo de ancianos, sabios, venerables y respeta- bles, que decidían sobre los altos destinos del esta- do. No pretendo con esto decir que los senadores romanos eran un dechado de virtudes, pero sí que la distinción de “senador” debería corresponder a aquellos ciudadanos que son un modelo para los coterráneos que los eligieron para tan altos desig- nios. Tampoco creo que al senado solo deban llegar los octogenarios. El Diccionario de la Real Acade- mia de la Lengua Española define la palabra “ho- norable” como digno de ser honrado y acatado. Otras definiciones hacen referencia a personas es- timables, respetables y venerables. Dejo a su con- sideración, amable lector, si algunos de nuestros congresistas dan la talla para ser llamados “Hono- rable Representante” u “Honorable Senador”. Al estadista inglés Sir Winston Churchill se atribuye la sentencia de que los pueblos se mere- cen a sus gobernantes. El llamado es a que los co- lombianos debemos tomar mucho más en serio la decisión de elegir a los que van a definir el rumbo de nuestra nación y a evaluar la gestión de estos, una vez elegidos. Por eso me parece importante apoyar la valiente iniciativa “Trabajen Vagos” (www.trabajenvagos.com) de la periodista Ca- therine Juvinao, quien lidera una acción ciuda- dana para destituir a los treinta congresistas con mayores índices de ausentismo en el Congreso. Si no le ponemos orden a los que nos gobiernan seguiremos siendo el reflejo de una clase política incompetente que puede conducirnos, ahí sí, a ser un país inviable.