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2 Opinión martes 18 de junio de 2019 www.cambio.bo @cambio_bo /periodicocambio.bo el peligro de la sexta extinción La Tierra Sandra Russo E l miércoles 5 de junio fue el Día del Medio Ambiente, y pasó sin pena ni gloria, como pa- san delante de nuestros ojos tantos de los hechos de los que dependen nuestras vidas. Mientras el calenta- miento global sigue su curso entre otras cosas porque han logrado con- vertir incluso la expresión “medio ambiente” en algo neutro, en algo de lo que se ocupan los onegeístas, en algo casi abstracto o lejano. En este tema, como en otros, hay que rasgar con urgencia las vestiduras; no las propias, sino las de esa máscara que el poder global ha colocado sobre al- gunas palabras para que pierdan su real significado. No ha sido una operación ni es- pontánea ni inocente. Como en todo, pero especialmente con re- lación al medio ambiente, lo han hecho porque era imprescindible volver inocuo lo atroz, para dejar li- bres las manos que diariamente fir- man boletos de compra y venta de enormes territorios, para ser explo- tados como fueron explotados tan- tos seres humanos que hasta que el trabajo hizo su retirada, y ahora son directamente eliminados o abando- nados a su suerte. “Si el medio ambiente fuera un banco ya lo habrían salvado”, dijo hace poco Pierre Larrouturou, eco- nomista, ingeniero agrónomo, eu- rodiputado por la coalición de Par- tidos Verdes de distintos países que tienen como principal punto de lucha el calentamiento global. Larrouturou propuso una medida concreta: la creación de un Ban- co Climático Europeo destinado a la protección de la biodiversidad. Propuso que cada país disponga de un 2% de su PIB para avanzar ha- cia una economía sin emisiones de carbono, es decir, un cambio radi- cal en el modo de producción que privilegie las energías renovables, proteja los suelos y tome las me- didas necesarias para impedir las extinciones de especies en cadena que sobrevendrán muy pronto. Es curioso cómo el ciudadano prome- dio urbano de esta parte del mun- do mira la televisión mientras se viste para ir al trabajo para saber si hará frío o calor. Es curioso que solo la meteorología haya quedado en la agenda acrítica de los grandes medios, mientras sus causas —las de las largas sequías, las del cre- cimiento de los cinco océanos, las de los huracanes devastadores y las inundaciones o los maremotos— permanecen en un misterio inson- dable que nunca es especificado. Hace ya tres años, la periodista nor- teamericana especializada en ciencia Elizabeth Kolbert recibió el Pulitzer por su trabajo, luego best seller, La sexta ex- tinción. Era un análisis de documentos científicos en los que biólogos, paleontó- logos y cientistas de otras disciplinas de- tallaban que el planeta ha atravesado ya cinco extinciones masivas que, cada una en su momento, borró más de la mitad de la vida sobre la tierra. Especies que ya tenían una historia de 200 mil años sencillamente desaparecieron. Se cree que alguna fue por la caída de un enor- me meteorito, otra por el despertar in- esperado de distintos volcanes. Pero esta vez, cuando ahora la propia ONU habla del peligro de la sexta extinción, el de- sastre sería el primero provocado no por un cataclismo, sino por un modo de pro- ducción. Es decir, por un modelo de vida. O mejor: por los réditos que muy pocos sacan de eso. El problema no pasa lejos, pasa lejos y cerca, pasa en todas partes, y lacera. En Pergamino no hay agua potable porque los agrotóxicos la envenenaron. Las muer- tes por residuos letales del glifosato tie- nen nombres y apellidos, y hasta tumbas que no han sido fotografiadas en el Lito- ral. En Rosario, el 5 de junio, hubo una marcha de los barbijos, y entre las otras pocas manifestaciones colectivas es desta- cable la de la Garganta Poderosa, que pu- blicó un posteo titulado: “Hacen agua por todas partes”. En él, la organización ville- ra dice que “aprovechando el Día del Me- dio Ambiente” querían recordarle a Rodrí- guez Larreta que el 70% de la villa 21–24 sufre emergencia hídrica por falta de pre- sión, que las viviendas desbordan de líqui- do cloacal y tienen altos niveles de conta- minación en el agua. Un poco más arriba en el mapa pero muy cerca de nuestra necesidad de super- vivencia, la Amazonía se enfrenta a una deforestación nunca vista. La extracción sin control del litio en nuestro norte po- dría anteceder a una sequía sin fin. En la vida real, en los países vecinos, los líde- res sociales son asesinados de igual ma- nera que los defensores de los recursos naturales. Los pobres organizados y las comunidades rurales están contempla- dos como sobrantes de un sistema que si- gue avanzando. En su libro, Elizabeth Kolbert escribió bajo dos acápites muy bellos, pero hay que hundirse en ellos para entender la dimensión de la que hablan. El primero era de E. O. Wilson: “Si la trayectoria hu- mana encierra algún peligro, no es tanto en la supervivencia de nuestra propia es- pecie como en dar cumplimiento a la iro- nía última de la evolución orgánica: que en el momento de alcanzar la compren- sión de sí misma a través de la mente hu- mana, la vida haya condenado a sus más bellas creaciones”. Y la siguiente, de Borges: “Siglos y siglos y solo en el presente ocurren los hechos”. brasil Respeto es todo Leonardo Boff U na de las heridas que más sufre el mundo, también entre noso- tros, es seguramente la falta de respeto. El respeto exige, en primer lu- gar, reconocer al otro como otro, distin- to de nosotros. Respetarlo significa de- cir que tiene derecho a existir y a ser aceptado tal como es. Esta actitud no convive con la intolerancia que expresa el rechazo del otro y de su modo de ser. Así, un homoafectivo o alguien de otra condición sexual como los LGBT no deben ser discriminados, sino respe- tados, en primer lugar por ser personas humanas, portadoras de algo sagrado e intocable: una dignidad intrínseca a todo ser con inteligencia, sentimiento y amorosidad; y seguidamente, garanti- zarle el derecho a ser como es y a vivir su condición sexual, racial o religiosa. Con acierto dijeron los obispos del mundo entero, reunidos en Roma en el Concilio Vaticano II (1962-1965), en uno de sus más bellos documentos, Alegría y Esperanza: “Cada uno debe res- petar al prójimo como ‘otro yo’, sin ex- cepción de nadie”. El budismo, que no se presenta como una fe sino como una sabiduría, enseña a respetar a cada ser. La sabi- duría cotidiana del feng shui integra y respeta todos los elementos. De igual modo, el hinduismo predica el respe- to como no-violencia, que encontró en Gandhi su arquetipo referencial. El cristianismo conoce la figura de San Francisco de Asís, que respetaba a todos los seres: la babosa del camino, la abeja perdida en el invierno en bus- ca de alimento, las plantitas silvestres que el papa Francisco en su encíclica “sobre el cuidado de la Casa Común”, citando a San Francisco, manda respe- tar porque también alaban a Dios. En el documento antes menciona- do, los obispos amplían el espacio del respeto afirmando: “El respeto debe extenderse a aquellos que en asuntos sociales, políticos y también religio- sos piensan y actúan de manera dife- rente a la nuestra”. Tal llamamiento es de actualidad para nuestra situación brasileña, empapada de intoleran- cia religiosa (invasión de terreiros de candomblé), intolerancia política, con apelativos irrespetuosos a personas y a actores sociales o de otra lectura de la realidad histórica. Hemos visto escenas de gran falta de respeto por parte de alumnos con- tra profesoras y profesores, usando vio- lencia física además de la simbólica, con nombres que ni siquiera nos atre- vemos a escribir. Muchos se pregun- tan: ¿qué madres tuvieron esos alum- nos? La pregunta correcta es otra: ¿qué padres han tenido? Corresponde al pa- dre la misión, a veces costosa, de ense- ñar el respeto, imponer límites y tras- mitir valores personales y sociales sin los cuales una sociedad deja de ser ci- vilizada. Actualmente, con el eclipse de la figura del padre, surgen sectores de una sociedad sin padre, y por eso, sin sentido de los límites y del respeto. La consecuencia es el recurso fácil a la violencia, incluso letal, para resolver desavenencias personales, como a ve- ces hemos visto. Armar a la población, como preten- de el Presidente brasileño, además de ser irresponsable, solo favorece la falta peligrosa de respeto y el aumento de la ruptura de todos los límites. Por último, una de las mayores ex- presiones de falta de respeto es hacia la Madre Tierra, con sus ecosistemas supe- rexplotados, con la espantosa defores- tación de la Amazonía y con la excesiva utilización de agrotóxicos que envene- nan suelos, aguas y aires. Esta falta de respeto ecológico puede sorprendernos con graves consecuencias para la vida, la biodiversidad y para nuestro futuro como civilización y como especie.