ECLOSIÓN
Caída la noche
mi amada y yo nos fuimos a buscar
un lugar donde dormir.
Siguiendo los rieles del tren
que conducen de Otavalo a
Ibarra llegamos a la casa del Che.
Por dos dólares cada uno
dormimos por más de dos horas
en una pieza poseída
por la humedad;
bien dice Juan Rulfo que el
cansancio es el mejor colchón.
Siguiendo las costumbres
de Rumiñahui y de Camilo Torres
le madrugamos a la muerte
de alma, de cuerpo o de espíritu.
Recuerdo que a nuestras espaldas
llevábamos algo más que cansancio.
Hojas de hierba, Esta y mis otras muertes,
La náusea y un Viaje a pie
más otros cachivaches cósmicos
que terciábamos en las mochilas.
Recuerdo que en la plaza
cientos, tal vez miles,
de prendas de oveja y alpaca
teñidas con los colores
de la selva y la sierra
colgaban de los hilos del sol.
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