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ECLOSIÓN Caída la noche mi amada y yo nos fuimos a buscar un lugar donde dormir. Siguiendo los rieles del tren que conducen de Otavalo a Ibarra llegamos a la casa del Che. Por dos dólares cada uno dormimos por más de dos horas en una pieza poseída por la humedad; bien dice Juan Rulfo que el cansancio es el mejor colchón. Siguiendo las costumbres de Rumiñahui y de Camilo Torres le madrugamos a la muerte de alma, de cuerpo o de espíritu. Recuerdo que a nuestras espaldas llevábamos algo más que cansancio. Hojas de hierba, Esta y mis otras muertes, La náusea y un Viaje a pie más otros cachivaches cósmicos que terciábamos en las mochilas. Recuerdo que en la plaza cientos, tal vez miles, de prendas de oveja y alpaca teñidas con los colores de la selva y la sierra colgaban de los hilos del sol. 14