llas de varios tamaños, un
pote grande de vidrio con
muchos chiles habane-
ros verdes nadando en un
jugo nada inofensivo para
el paladar y varias salsas,
condimentos y demás que
explotan de sabor.
Rojita,
m o ja -
dita y
jugo-
s i t a
son las
lonjas
de car-
ne ba-
ñadas en
salsa que
se meten de una
en una por un tubo
de metal, acompaña-
das entre ellas con pe-
dazos finos de cebolla y
cilantro, colocados sutil-
mente sobre la carne que
sube y sube, carne tan ex-
quisita que con solo verla
lleva al olfato un olor a car-
ne asada. Se desnuda una
piña doradita, se le hace
un hueco por todo el cora-
zón y se ensarta en el tubo
finalizando por fin el pri-
mer proceso de la famo-
sa carne al pastor. Esta es
llevada al asador giratorio,
donde absorberá cada in-
grediente y sabor, donde
la piña se irá desangrando
y mojando cada rincón de
este
delicioso aperitivo.
“Es hora
de hacer
frijoles”,
exclama una de
las cocineras alre-
dedor de las cuatro.
Llega el primer cliente y se
pide un burrito, un pedido
que rápidamente llega a la
cocina. Se limpia el asador
con una espátula. Huele a
tomate. Se pone la tortilla
en el asador. Se prende el
fogón. Las manos ágiles
del cocinero agregan cada
ingrediente con sofistica-
ción, y en un abrir y cerrar
de ojos ya se encuentra un
burrito derramando que-
so derretido, sobre un
plato largo y colorido.
Así como el burrito, una
gran variedad de cosas