Dosis A La Carta DOSIS | Page 12

R AÍCES DE NIHON Yesid Montaño cocinero Bogotano, de comida oriental, actual residente en Pereira desde hace 3 años, abre su alma y corazón para narrar el creciente recorrido de su profesión a través de los años y cambios culturales El olor a soya hacía un re- corrido por mi organismo desde la entrada. Sensación de recuerdo, hambre, náuseas, sed, ago- tamiento, paz. Tanta con- fusión rodeada de tran- quilidad. Colores cálidos. Imponentes. Sosiego en esa silla color cobre, muy suave, muy fría, donde mis manos inquietas jugaban con un servilletero rojo y negro en espera de él. Trece años. Muere mi pa- dre. El hombre de la casa. Hermano menor. “Me creía el todero de la casa”, Yesid pensaba que todo es- taba en sus manos, tras la muerte de padre, busca tomar las riendas del hogar y ver por su madre y her- mano mayor, con la ilusión de ver el mundo igual de atractivo, suave y sereno que era en el momento. Po- día ser un Yamata, un dra- gón rojo, como el de la pa- red, justo sobre su cabeza que logró desviar mi aten- ción de lo que Yesid decía. Eco. Curiosidad. Pensa- mientos volátiles. Una fina barra roja muy alta. Vino oscuro. Costoso. Empolvado. Un cum- pleaños. Muchas personas. Globos azules. Gentile- za. Claridad. Vuelvo en sí. “No quiero es- tudiar más”, sus ojos en vidrios rotos, siento una descarga. Suelto el aire y lo único que digo es “solo son 13 años…”, consien- te de esto Yesid aga- cha su cabeza, con la mano en el mentón comien- za a describirme la trave- sía y el agotamiento que causa buscar traba jo en Bogotá durante el día, con- tando con una experiencia de bachillerato a medias y un largo recorrido en la calle y las groserías, como me lo manifestaba mien- tras reía y miraba hacia el techo con un sentimiento débil pero feliz. E SE BAR Estudiar en la noche y lavar vasos en el día eran el pa- satiempo diario de un niño con 13 años, después de muchos rechazos. Ese bar, esos vasos, esa noche, ese momento y ese japonés que l l e - ga dos años depués a la vida de Yesid lo cambiaron todo. Sus manos se agitan con su respiración y comien- zan a moverse más sobre la mesa, como si viniera algo muy fuerte, muy pal- pable, muy importante. “No sé si le caí bien o mal”, en- tre cejas fruncidas y gestos confusos, Yesid expresaba que era difícil interactuar con este persona je ya que era muy poco lo que le po- día decir en español, pero entre todo este rollo había algo claro y eran las pala- bras que un día el maestro Itame le dijo “estás en la edad perfecta para apren- der a cocinar”. N I R I Y A K I 13