Su prestigio como sacerdote y como educador de los jóvenes necesitados o en riesgo, le valió el respeto de las autoridades civiles y religiosas de su tiempo y de su país, así como una notable fama en el extranjero. Sus obras fueron requeridas directamente por jefes de estado y autoridades eclesiásticas de países como Ecuador,3 El Salvador, España, Francia, Inglaterra, Polonia, Palestina, Panamá,4 Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Colombia5 y Venezuela entre muchas otras.