P
los 12 años, se encontró con Don Bosco y le pidió que lo admitiera a su Oratorio de Turín porque deseaba ardientemente estudiar para llegar a ser sacerdote. Don Bosco, admirado le dijo: “Me parece que hay buena tela”. “Entonces yo seré la tela y usted el sastre”, había respondido Domingo.
Don Bosco lo aceptó en el Oratorio de Turín y Domingo le pidió que lo ayudara a “hacerse santo”. Apacible, siempre sereno y alegre, hacía grandes esfuerzos para cumplir con sus deberes de estudiante y para ayudar a sus compañeros en todos los modos posibles, enseñándoles el Catecismo, atendiendo a los enfermos y apaciguando las peleas.
A los compañeros nuevos que llegaban al Oratorio les decía: “Debes saber que aquí hacemos consistir la santidad en estar muy alegres. Sólo tratamos de evitar el pecado, que es el gran enemigo que nos roba la gracia de Dios y la paz del corazón, y tratamos de cumplir exactamente con nuestros deberes”.
Poco después de su llegada al Oratorio, Domingo tuvo oportunidad de impedir que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su pequeño crucifijo, les dijo: "Antes de empezar, mirad a Cristo y decid: ‘Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente’. Después podéis empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí". Los dos bribonzuelos quedaron avergonzados.
domingo, un modelo a seguir
07