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At.Madrid-Villarreal

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El Atlético salió seguro, con la seguridad que proporciona la historia escrita hace tres días. Al ritmo de Diego Ribas, comenzó a dominar la pelota con escasa profundidad. Sólo algún disparo lejano que nunca llegó a portería, y las internadas por banda de Filipe Luis y sobre todo de Salvio consiguieron inquietar algo a la defensa amarilla. Un disparo del argentino en el 35 supuso el único tiro a la portería de Diego López en toda la primera mitad.

Pese a no contar con el control del esférico fue el Villarreal quien generó las ocasiones, aunque fuera del plan previsto. El submarino sólo veía puerta cuando elegía la combinación como el medio adecuado para encontrar a sus delanteros. Primero fue Hernán Pérez al séptimo minuto, desde la frontal, donde recogió el rechace de la defensa atlética tras un centro de Bruno. Más tarde fue Marco Ruben, quien mandó su disparo fuera tras revolverse ante Godín en la frontal. Después, Marcos Senna no encontró portería con un disparo desde 30 metros. Y por último, Marchena remató fuera un corner sacado a la perfección por Borja Valero.

La segunda parte continuó con el mismo guión y un único cambio: El Atlético sí llegaba a portería. Buscando la meta con más insistencia, los colchoneros salieron decididos a exigir la victoria al Málaga para conseguir la Champions. Mientras el Villarreal esperaba una bajada de brazos con un gol malaguista, sucedió todo lo contrario. El gol de Rondón estimuló a los de Simeone para convertir en una tragedia el Madrigal.

Cuando todas las almas del Madrigal miraban el reloj como el fiel amigo que les diera la tregua deseada, Falcao avivó el temblor del Villarreal. El héroe de Bucarest, ausente durante toda la contienda, cabeceó como acostumbra un corner, dejando para la foto los intentos de Diego López de rechazar el balón. En ese instante, el terror se apoderó del estadio, que sólo tenía las miras puestas en un lugar: Vallecas. El gol de Tamudo en el 91 confirmó la decepción de ver como un equipo construido para cotas mayores acariciaba la Segunda División.

Y ya no había tiempo para más. Sólo Marco Ruben trató de evitar el descenso con un cabezazo a pase de Nilmar que rozó el palo derecho de Courtois. El pitido final de Estrada Fernández consumó la tragedia de un equipo, que nunca supo cómo encarar las circunstancias de la temporada, creando un problema de viabilidad en el proyecto del Villarreal, ése al que un penalti lo separó de la final de la Champions League.