DICIEMBRE | Page 15

Punto de vista

Si puedes mantener clara tu cabeza cuando todos los demás la pierden, tal vez es que has malinterpretado la situación.

Kipling y Anón

Es cierto que el humo era terrible y no dejaba ver nada. Se colaba por debajo de las puertas, por las ven¬tanas, por todos lados. El edificio entero estaba dentro de otro edificio de humo. Por las ventanas del cuarto y del séptimo piso asomaban enormes rulos rubios. La ca¬lle era un infierno. Cientos de personitas corrían, grita¬ban y trataban de hacer alguna cosa. Visto desde acá arriba era un espectáculo hermoso. Un caos total. Me alejé de la ventana y me senté en un sillón. En el pasillo se oían corridas y voces desesperadas de personas que llamaban a otras personas. Me asomé a ver. Un señor gordo pasó tosiendo y llorando, no sé si por el humo, o de pánico. La gente, en su huida, dejaba abierta la puerta de los departamentos. Entré en el tercero D. En¬seguida me gustó. Lo más lindo del lugar era la alfom¬bra. Alta, mullida. Me dieron ganas de revolearme. Me entretuve con un mueble grande, de roble, revisando los cajones, desplegando manteles y descubriendo cosas ol-vidadas. En el dormitorio, me subí a la cama y me quedé un rato antes de decidirme a ver lo que había en los armarios. Cuando me cansé de jugar con los vestidos, los trajes y los zapatos, volví a salir al pasillo. Subí unos pisos por la escalera y me metí en otro departamento. Avancé un poco y vi a una chica, joven y hermosa, que traía a alguien de la mano. Me miró sorprendida, con los ojos muy abiertos, y dio un paso hacia atrás, como asustada.

-No podemos salir. No podemos salir -repitió-. Es¬tamos atrapados.

-¿Por qué habría de preocuparme? -le dije-, yo soy el fuego. -Y estiré una mano hacia la biblioteca.

Gustavo Gabriel Ferro