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MARTES / 8 de octubre / 2013
masonería
13
El verdadero secreto masónico
S
Primera de dos partes
egún el Diccionario de la Real Academia, en una de
sus acepciones, la palabra “secreto” significa “lo que
cuidadosamente se tiene reservado y oculto”. La pregunta es, entonces, por qué razón la Masonería mantiene cuidadosamente reservado y oculto su secreto, si es que lo hay.
Se podría decir, válidamente, que la Masonería no tiene
ningún secreto y que es solo un ardid para mantener interesado
a los adeptos a continuar escalando grados en la organización
(y entregando dinero, por supuesto). Esto seguramente es uno
de los propósitos, pero no es la verdadera razón.
Veamos lo que se ha dicho del famoso secreto de la Masonería (por favor, no se lo crea porque es solo para engatusarlo):
En qué consiste el secreto masónico *
Para efectos de este trazado, hemos de distinguir la “discreción” del “secreto” propio de la doctrina masónica.
La discreción se refiere al sigilo que los masones debemos
guardar respecto de las cosas formales de la Orden, por ejemplo
los asuntos tratados en Logia y sus métodos de reconocimiento,
sus ceremonias y otras cuestiones de forma, no de fondo.
El secreto, en cambio, está en dirección de las enseñanzas y
de los hallazgos de vida interior que el adepto va descubriendo
por sí mismo durante el proceso de su desbastamiento personal
mediante el trabajo iniciático.
En efecto, la disciplina de no revelar las confesiones y comunicaciones que la Orden considera como íntimas es, en realidad, una prueba de discreción que atesora la buena fe de los
adeptos, así como su disposición a desarrollar, en sí mismos,
una habilidad iniciática y espiritual.
De sobra hemos sostenido y aceptado que al mundo profano nada tiene que ocultarle la Masonería, puesto que ningún
asunto tratado en las Logias es contrario ni al orden moral y jurídico, ni tampoco a la estabilidad social y política del Estado.
En consecuencia, el estatus del secreto masónico nada tiene
que ver con revelaciones extraordinarias o fantásticas de las
que el mundo profano, e incluso el masónico, pudieran sorprenderse.
Si este fuera el verdadero sentido del secreto masónico, entonces todos nos moriríamos de risa, y nos veríamos en extremo ridículos e infantiles si con gran acuciosidad asumiéramos
que esa fuera la naturaleza primigenia y fundamental del susodicho secreto masónico.
¡Imaginémonos cómo nos veríamos los masones hoy en
día, si pensáramos que los profanos no saben cómo nos saludamos o qué palabritas nos decimos para reconocernos! ¡Vaya
ingenuidad!
En este caso estaríamos no muy lejos del secreto que obligadamente guardan los socios de las sociedades mercantiles
respecto de sus asuntos internos, los bancos, los ejércitos, los
médicos y los psicoanalistas respecto de sus pacientes o los
sacerdotes respecto de la confes