Despertar de la Montaña Edición 291 | страница 2

2 DESPERTAR DE LA MONTAÑA, La Realidad de nuestro tiempo

LA COLUMNA

Tercero y último debate
Definitivamente del tercero y último debate presidencial podemos decir que fue el mejor desempeño de los tres candidatos; Anaya, muy bien; Andrés Manuel, " no, no, no, no ", los remató; Meade, sólo un milagro de último minuto lo salva y el Bronco, no dudo que llegue a ser el gran opositor del próximo sexenio.
El priísta José Antonio Meade Kuribreña, inició con el pie izquierdo enviando buenos deseos a la Selección Mexicana de Fútbol y mencionando hasta el hartazgo al líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador. Después mejoró un poco.
El Bronco, que no tiene nada que perder es más claro en sus ideas, habla de manera concreta y el tema de " mochar las manos " se mantuvo hasta el final, incluso es casi, el primer debate de Diputados y Senadores venideros.
Andrés Manuel López Obrador, quien tiene los números de las encuestas a su favor, fue tan conservador que " no, no, no, no " remató a Meade, ni a Anaya, incluso el panista estuvo a punto de hacerlo a un lado de la contienda cuando le mostró a su contratista favorito en su periodo de jefe de gobierno de la Ciudad de México; Andrés Manuel, no termina de concretar una propuesta clara, en el debate todas se les echan abajo, pero su gran ventaja son los adversarios y su historial como partícipes de un sistema político que durante los últimos 30 años han traído desarrollo y crecimiento pero a la par el incremento en el número de pobres en México. El voto antisistema, lo más valioso de un peje que ha sido duro de roer.
Entonces en una óptica muy personal, fue Ricardo Anaya Cortés el gran triunfador del tercer debate, primero por darse la oportunidad de dejar tambaleando al de Morena cuando lo evidenció, segundo por haberse dado la oportunidad de externar sus políticas públicas relacionadas a la preservación del medio ambiente apegada a la generación de energías limpias; sin olvidar la propuesta de llevar internet a toda la población para utilizarlo como una gran herramienta que sirva para mejorar la educación, entre otras cosas.
Desafortunadamente Anaya, tiene en su contra hasta a los grandes liderazgos panistas, sin embargo, no está solo y hay gobernadores como el de Tamaulipas, que no se doblan al externar su respaldo.
Falta poco, pero al mismo tiempo falta mucho y puede pasar de todo. Por cierto, para Anaya la contienda está entre él y José Antonio; mientras que para López Obrador, la victoria está en sus manos; pero lo peor de todo es que los tres ninguno predicó con el ejemplo.

LECTURA POLÍTICA Noé Mondragón Norato

Equilibrios para acotar al presidente
Se trata de mantener los equilibrios del poder. Es decir, el candidato del Morena, Andrés Manuel López Obrador, se perfila ya, como el virtual ganador de la contienda presidencial del 1 de julio. El punto sin embargo, es que mucha de la mugre política, se le pegó por todos sus flancos. Los convirtió en candidatos. Pero son personajes que ya ejercieron el poder y demostraron su fracaso como gobernantes. Fueron corruptos. Y si el ciudadano votará en la próxima elección justamente contra la corrupción, sería ilógico votar por ellos nada más porque protegieron su ineficacia y sus corruptelas, bajo el frondoso árbol del peje. Lo cual infiere que, cuando arriben a su nuevo encargo, volverán a practicar este nocivo vicio de la función pública. Hay puntos que es necesario desglosar para no confundirse bajo la pasión política que enceguece. Y nubla pensares.
¿ Votar Contra La Corrupción?- Si se mira bien, hay muchos cabos sueltos que meten ruido de la elección en puerta. El pulso lo dice todo: 1.- La consigna de los partidarios del Morena parece contundente. Pero engañosa: votar masivamente a favor del Morena. Por todos los candidatos que ese partido postule. Desde senadores, diputados federales y locales, alcaldes y presidente del país. El argumento: solo con mayorías legislativas, López Obrador, empujaría el veto a las reformas estructurales de Peña Nieto. Y por ese lado, está bien. El asunto es que no se revisa el lado contrario de esa moneda. Es decir, se volvería a la época del presidencialismo priísta que los partidos políticos opositores condenaron en su momento. Dicho de otra forma: el presidente del país se investiría de un poder absoluto que lo catapultaría a la condición de " monarca sexenal ", en palabras del finado intelectual Daniel Cosío Villegas. Y con una mayoría legislativa aplastante, nadie lo detendría. Aunque fracasara en el discurso del cambio que promete, senadores y diputados federales y locales del Morena, lo sostendrían. Por encima de la irritación ciudadana que ya no aguanta más engaños. No habría forma de frenar los eventuales excesos. Lo mejor preventivamente, es curarse en salud. Porque en política, nadie garantiza nada. La palabra se camufla sistemáticamente, bajo retóricas engañosas. 2.- El cualquier democracia moderna, los equilibrios del poder son los que la nutren desde su raíz. En este punto, López Obrador, debe mostrarse como tal. Él mismo lo ha sostenido: emular a Francisco I. Madero. Y los ciudadanos estamos obligados a votar en contra de todo aquello que vulnere justamente, esos equilibrios. Una forma, sería votando a favor de aquellos candidatos que no lleven el signo de la corrupción pintada en la frente tal y como lo concibe López Obrador. Sea de los partidos políticos que sean. Porque aunque se peguen al Morena, eso no purifica hoy a los corruptos convertidos en candidatos por ese partido. Hacerlo significa que los ciudadanos, apasionados con el efecto peje, condenamos una corrupción oficial tricolor y abrazamos otra opositora. Por eso, a esos candidatos del Morena, también debemos ajustarles cuentas por su pasado oscuro en la función pública. No extenderles un cheque en blanco. Y generar con ello, los equilibrios partidistas en las cámaras de senadores y diputados. Al final de cuentas y si el Morena no alcanzara las mayorías legislativas, será el propio López Obrador, quien se encargue de cabildear acuerdos con los partidos políticos opositores. Porque esa es también, parte de las democracias. Y nadie puede aspirar en pleno siglo 21, a legitimar un poder absoluto, equiparable a los sexenios presidencialistas tricolores del pasado. Es nocivo para todos.