La Bienvenida de Fernando Eimbcke. Historia sencilla con muchos ecos, perspicaz y pulcramente realizada. De pocas palabras permite a las imágenes sugerir significados. Intento leer algunos: La insignia de la historia es la banda de música de San Felipe Otlaltepec y no en vano pues, la orquesta es la democracia perfecta y el hecho de que ensayen quiere decir mucho en términos de construcción civil.
Tampoco es casualidad que la partitura que interpretaran sea el Don Juan de Mozart, monumento a la libertad de pensamiento de un auténtico renovador como Wolfang… quizá hoy no se sienta así, sino al contrario... paradójicamente cada círculo que forma el tronco de la tradición, ha sido elaborado por un revolucionario. La banda ensaya para lo que se adivina un suceso: alguien, algo vendrá. Todos deben de estar a la altura por lo que Armancio el personaje central, necesita ensayar y así lo hace: asume su responsabilidad y cobija en hombros se prepara toda la noche, atempera su sousafón (una especie de tuba), practica su “solfeo”, su digitación.
A la par, cumple con su tarea de padre (su chamaco tiene mejores pulmones que él) esto incluso sirve para meter una coba izquierdosa (la tiendita versus el OXXO) que a fin de cuentas, pasa.
Despierta con el día, se apura a acarrear el agua para su aseo, viste su ropa de función y se dirige al lugar del acontecimiento, que ya está adornado y donde el pueblo entero se ha reunido. La ‘autoridad’ agradece a todos por su “querida presencia”, Armancio se nota orgulloso y se inicia… la espera...
Pasa el tiempo (poco más de 100 años ya) y la cascada de imágenes no es nueva, pero sí revela la situación del pueblo, su ánimo. Sigue pasando el tiempo. Se pide paciencia… Ya vendrá, pero el advenimiento no llega, para muchos no ha llegado, quién sabe si lo haga...