DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 96

Salvador Borrego El 7 de marzo de 1936 Alemania dio otro paso más para recuperar su soberanía dentro de sus fronteras y militarizó su propio territorio de la Renania. El acuerdo adoptado en 1918 para que Alemania no tuviera soldados en esa provincia suya, no podía ser sino una medida transitoria de emergencia, pero no una claudicación definitiva. ¿Podrían tolerar indefinidamente otros países la exigencia de no tener, tropas en determinadas regiones de su propio suelo? Pero tal acontecimiento fue difundido en el mundo entero como principio de una espantosa amenaza sobre Occidente. El 31 de marzo de 1936 Hitler anunció su plan de paz, significativamente dirigido al Mundo Occidental; pedía igualdad de derechos para todos los países europeos y prometía que Alemania respetaría las fronteras en el Oeste. Nada remotamente parecido ofrecía respecto a las fronteras de Oriente, concernientes a la URSS. En noviembre de ese mismo año hizo más patente su actitud antibolchevique y firmó el Pacto Antikomintern con el Japón, al cual Mussolini se adhirió un año más tarde. Francia e Inglaterra tenían así pruebas inequívocas de que Hitler no marchaba contra ellas, sino contra Moscú. Una vez resuelto que el Sarre y la Renania (por ser provincias alemanas), quedaban sujetas al control soberano del Estado alemán, la atención de Hitler se volvió hacia su provincia natal de Austria, cuya unificación con Alemania era un viejo sueño de la población germana. En efecto, al finalizar la primera guerra mundial, la Asamblea Nacional Austríaca había decidido el 12 de noviembre de 1918 que Austria se incorporaría a la comunidad de Estados Alemanes. Pero este acuerdo fue inmediatamente contrarrestado por las potencias aliadas, las cuales prohibieron esa fusión, según el artículo 88 del Tratado de Paz de Saint-Germain. Tal prohibición violaba el principio de la libre auto- determinación de los pueblos, proclamado por los propios aliados. La asamblea Nacional Austríaca protestó porque no seje permitía su unión con Alemania, pero su protesta fue desoída. Tres años después, en 1921, la Asamblea Nacional Austríaca organizó un referéndum en el que cada ciudadano contestaría a la siguiente pregunta? "¿Debería el Gobierno Federal solicitar el permiso del Consejo de la Liga de las Naciones para la unión de la República Austríaca con el Reich Alemán?" Inmediatamente Francia y Yugoslavia hicieron presión para que el plebiscito se suspendiera, de tal manera que sólo pudo realizarse en el Tirol y en Salzburgo, con 243,848 votos en favor de la unificación y 2,682 en contra. Lazos de sangre, de idioma, de religión, de costumbres, de confraternidad en las armas, hacían de Austria esencialmente una provincia alemana. El hecho mismo de que Hitler, austríaco, hubiera sido elevado en 1933 a la categoría de Führer de Alemania, era la mejor demostración de que no se trataba de dos pueblos; sipo de uno solo —el pueblo alemán— cuya total unificación reclamaba la incorporación de Austria. ' 96