DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 547

DERROTA MUNDIAL Ribbentrop caminó hacia la horca con las manos esposadas a la espalda y custodiado por dos guardianes. Para ese momento había logrado ya dominar la nerviosidad. Era la 1:11 de la madrugada del 16 de octubre. En presencia de los funcionarios norteamericanos, rusos, ingleses y franceses, de los periodistas y de unos cuantos funcionarios invitados de honor, se le permitió hacer una última declaración: Mariscal Wilhelm Keitel, Jefe del Alto Mando Alemán. Ante la horca, pensó en sus dos hijos muertos en el frente ruso. "Dios proteja a mi Alemania —dijo Ribbentrop—. Mi último deseo es que Alemania alcance su bienestar y que el Oriente y el occidente lleguen a un entendimiento. Deseo la paz para el mundo". El corresponsal americano Kingsbury Smith relató que "Von Ribbentrop pudo mantener su aire de superioridad hasta el fin. Caminó con paso firme hasta el cadalso. No contestó cuando se le llamó por primera vez. Al segundo llamado repuso con voz fuerte: ¡Joaquín Von Ribbentrop!" Tras de la declaración Ribbentrop dejó la mirada fija rectamente y apretó los labios. A la 1:16 cayó la trampa; a la 1:30 fue declarado muerto. Al funcionar la horca, cada reo caía exactamente la altura de su cuerpo más 15 centímetros. El siguiente fue el mariscal Wilhelm Keitel, de 64 años, jefe del alto mando alemán. Superviviente de dos guerras, llevaba 45 años de soldado; era conocido como "el hombre silencioso"; trabajador de capacidad enorme, muy cuidadoso de los detalles. Había pedido a sus guardianes que le avisaran poco antes de llevarlo a la horca a fin de "arreglar su celda y dejarla limpia". Vivió una vida espartana y se decía que sólo su mujer lo conocía verdaderamente. Cuando su hijo menor, el teniente Hans, murió en julio de 1941 en la batalla de Smolensk, el mariscal se mantuvo impasible porque decía que era poco germánico mostrar duelo por un hijo que había alcanzado el honor supremo de morir en el campo de batalla. El periodista Smith dice que Keitel mostró "el mismo estoicismo al acercarse a la muerte que ante el Tribunal y en la prisión. El mariscal prusiano entró en la cámara de ejecución con la cabeza muy alta. Miró alrededor en tanto que sus manos eran atadas con pedazos de cuero. Caminó con prestancia militar entre los dos guardias hasta la escalera del patíbulo, la que subió lenta, pero firmemente... Al parecer pensó en sus dos hijos que habían muerto en el frente ruso y dijo: "¡Ruego a Dios Todopoderoso que se apiade del 547