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DERROTA MUNDIAL
Ribbentrop caminó hacia la horca con las manos
esposadas a la espalda y custodiado por dos guardianes. Para
ese momento había logrado ya dominar la nerviosidad. Era la
1:11 de la madrugada del 16 de octubre. En presencia de los
funcionarios norteamericanos, rusos, ingleses y franceses, de
los periodistas y de unos cuantos funcionarios invitados de
honor, se le permitió hacer una última declaración:
Mariscal Wilhelm
Keitel, Jefe del Alto
Mando Alemán. Ante
la horca, pensó en sus
dos hijos muertos en el
frente ruso.
"Dios proteja a mi Alemania —dijo Ribbentrop—. Mi
último deseo es que Alemania alcance su bienestar y que el
Oriente y el occidente lleguen a un entendimiento. Deseo la
paz para el mundo". El corresponsal americano Kingsbury
Smith relató que "Von Ribbentrop pudo mantener su aire de
superioridad hasta el fin. Caminó con paso firme hasta el
cadalso. No contestó cuando se le llamó por primera vez. Al
segundo llamado repuso con voz fuerte: ¡Joaquín Von
Ribbentrop!"
Tras de la declaración Ribbentrop dejó la mirada fija
rectamente y apretó los labios. A la 1:16 cayó la trampa; a la
1:30 fue declarado muerto. Al funcionar la horca, cada reo
caía exactamente la altura de su cuerpo más 15 centímetros.
El siguiente fue el mariscal Wilhelm Keitel, de 64 años, jefe del alto mando alemán.
Superviviente de dos guerras, llevaba 45 años de soldado; era conocido como "el hombre
silencioso"; trabajador de capacidad enorme, muy cuidadoso de los detalles. Había pedido
a sus guardianes que le avisaran poco antes de llevarlo a la horca a fin de "arreglar su celda
y dejarla limpia". Vivió una vida espartana y se decía que sólo su mujer lo conocía
verdaderamente. Cuando su hijo menor, el teniente Hans, murió en julio de 1941 en la
batalla de Smolensk, el mariscal se mantuvo impasible porque decía que era poco
germánico mostrar duelo por un hijo que había alcanzado el honor supremo de morir en
el campo de batalla.
El periodista Smith dice que Keitel mostró "el mismo estoicismo al acercarse a la
muerte que ante el Tribunal y en la prisión. El mariscal prusiano entró en la cámara de
ejecución con la cabeza muy alta. Miró alrededor en tanto que sus manos eran atadas con
pedazos de cuero. Caminó con prestancia militar entre los dos guardias hasta la escalera
del patíbulo, la que subió lenta, pero firmemente... Al parecer pensó en sus dos hijos que
habían muerto en el frente ruso y dijo: "¡Ruego a Dios Todopoderoso que se apiade del
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