DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 164
Salvador Borrego
Weizsacker y von Papen; el conde de Helldorf, jefe de la policía berlinesa, y el general
Nebe, de las SS (tropas selectas). Al mismo tiempo Canaris protegía a diversos jefes del
movimiento israelita para que no fueran aislados por la Gestapo, y sólo en apariencia
secundaba las órdenes de Hitler «simulando el despliegue de una gran actividad, pero en el
fondo no se hacía nada para cumplirlas».
«Cada plan del Estado Mayor —dice el historiador antinazi Goerlitz—, era acompañado
por otro plan contrario, del mismo Estado Mayor, destinado a oponerse a las consecuencias
del primero y sabotear la conducción de guerra de Hitler».
El general Alfred Jodl, jefe del Estado Mayor del Alto Mando y uno de los pocos leales
íntegramente a Hitler, escribía en su Diario que «era muy triste» que todo el pueblo apoyara
al Führer, menos los generales destacados que seguían «considerándolo un cabo y no el
mayor estadista habido en Alemania desde la época de Bismarck».
El Primer Ministro inglés, Sir Neville Chamberlain, recibía amplia información
confidencial sobre la oposición de los generales contra Hitler. Según Goerlitz, en Inglaterra
se juzgaba ya inminente un golpe de Estado en Alemania. Churchill confirma parte de esto
en sus memorias.
El 23 de noviembre (de 1939) Hitler tuvo una acalorada conferencia con los generales
y ante la oposición de ellos para atacar a través de Holanda y Bélgica, les echó en cara su
«falta de coraje». ¿Cómo iba a ganarse una guerra sin atacar?
Y ¿cómo iba a ganarse si el enemigo llegaba a convertir el reducido territorio alemán
en campo de batalla? Según los fríos cálculos numéricos y sin tomar en cuenta las fuerzas
psicológicas, la ofensiva en Francia auguraba limitadas probabilidades de triunfo, pero aún
había menos esperanzas en el hecho de cruzarse de brazos. Ya muchas veces había ofrecido
una paz negociada y Occidente la rechazaba. Ese día Hitler habló también del peligro que
representaba la URSS. «Las guerras —dijo—- siempre han terminado con la destrucción del
enemigo. Todo aquel que crea lo contrarío, es un irresponsable... El tiempo trabaja en
favor de nuestros adversarios». Y enfatizando más su decisión de combatir, Hitler agregó:
«Me mantendré o caeré en la lucha. Nunca sobreviviré a la derrota de mi pueblo...»
El general Westphal refiere que después de esa junta Hitler exclamó: «¿Qué clase de
generales son estos a los que hay que empujar a la guerra, en lugar de ser ellos los que
lleven la iniciativa?»
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Respecto de la aristocracia, de la que ciertos generales eran escrupulosos representativos, Hitler
decía que no debía convertirse en una «sociedad cerrada». «¿Qué papel puede jugar un país dirigido
por esa clase de gentes que lo pesa y lo analiza todo? No es posible forjar historia con gentes así. Me
hacen falta seres rudos, valientes, dispuestos a ir hasta el fin de sus ideas, pase lo que pase. La
tenacidad es simplemente cuestión de carácter. Cuando a esta cualidad se añade la superioridad
intelectual el fruto es maravilloso».
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