DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 138

Salvador Borrego Los móviles secretos de la guerra anglo-francesa contra Alemania se encubrieron bajo una mampara de «idealismo» y «libertad», que el monopolio informativo internacional erigió mediante costosa propaganda para cegar a los pueblos. Era perfectamente claro que el movimiento bolchevique se había impuesto la tarea de extender mundialmente su doctrina marxista. El primer paso lo había dado ya por medio de la Tercera Internacional, que reclutaba elementos radicales dispuestos a servir a la conspiración internacionalista de Marx. Los partidos comunistas se nutrían en todo el mundo de utopistas bien intencionados, de intelectuales librescos, de intelectualoides soñadores, de bohemios descentrados, de mujeres viriloides y de fracasados resentidos, y lentamente iban ganando terreno en las masas carentes de criterio propio. Geográficamente, Rusia es el corazón de la tierra firme. Es el sitio desde donde todos los Continentes quedan a la menor distancia posible: Asia y América por el Oriente; Europa por el Occidente, África y Oceanía por el Sur. El marxismo eligió bien su principal base de operaciones. También era perfectamente claro que el marxismo no confiaba únicamente en esa heterogénea penetración ideológica. Contaba particularmente con los enormes recursos naturales de Rusia que le permitían levantar una gigantesca fuerza armada de agresión. Ya en 1904 el geógrafo británico Sir Halfor Mackinder describió a Rusia como el corazón del mundo por ser el sitio desde el cual todos los Continentes quedan a la menor distancia posible, y advirtió que era «la mayor fortaleza natural del planeta». Hizo notar que su extensión y recursos eran tan vastos que organizados propiamente permitirían a su poseedor aventajar a todo el orbe. Rusia posee la sexta parte de la superficie terrestre, los más variados climas y todas las materias primas imaginables. «Quien rige sobre el Corazón dé la Tierra, domina la Isla del Mundo; quien rige sobre la Isla del Mundo domina el Mundo», concluyó Mackinder. Por eso el marxismo escogió a Rusia como su principal base de operaciones. Y a pesar de esa evidente amenaza, el acrecentamiento del bolchevismo fue soslayado en 1939 por las naciones occidentales. La URSS no tenía ningún Tratado con el Occidente; su Cortina de Hierro era ya tan palpable como Churchill la vio seis años después, y los métodos tiránicos que imperaban en Moscú eran mil veces más drásticos que la dictadura de Hitler en Berlín. Pero acerca de esto nada decían ni Roosevelt, ni Churchill, ni Daladier. Roosevelt se «abochornaba» de que en Alemania fueran apedreados algunos comercios de israelitas o de que ciertos personajes de esa comunidad fueran expulsados, tales como Thomas Mann, Sigmund Freud, Eric María Remarque y Stefan Zweig, pero su humanitarismo enmudecía si actos más crueles eran cometidos por el bolchevismo soviético. Ninguno de los estadistas occidentales ignoraba la índole del régimen bolchev ique. Sus complacencias con él no podían explicarse como ignorancia y sí en cambio como una 138