DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 105

DERROTA MUNDIAL aseguraba a Inglaterra su hegemonía en los mares. Chamberlain y Hitler declararon el 30 de septiembre: "Consideramos el acuerdo suscrito en la tarde de ayer y el acuerdo naval germano inglés como expresión simbólica del deseo de nuestros dos pueblos de no volver a hacerse jamás la guerra. Estamos decididos a tratar también otros problemas que afecten a nuestros dos pueblos, de acuerdo con el método de las consultas". El júbilo en Alemania, en Inglaterra y en Francia era indescriptible. Parecía que al fin se habían disipado los nubarrones de guerra y que sí ésta llegaba a estallar, sería sólo entre alemanes y soviéticos. El mismo Churchill escribe que "entusiastas turbas fueron a dar la bienvenida a Mr. Chamberlain en el aeropuerto", y lo mismo ocurría con Daladier en París. Era aquélla la expresión auténtica de la opinión pública, pero las secretas fuerzas judías redoblaron sus esfuerzos para desorientar, envenenar y utilizar en su provecho a los pueblos occidentales. Churchill, que ya en varias ocasiones había rechazado todo acercamiento de Alemania, a Inglaterra, se apresuró a decir en el Parlamento: "Hemos sufrido una derrota total y no mitigada". La posible caída del bastión checoslovaco que se interponía a la vera del camino entre Berlín y Moscú, era presentada así como una derrota para Londres y no para Moscú. Días más tarde Churchill recibió el poderoso apoyo de Roosevelt y del grupo judío que se movía detrás de éste; fue invitado a visitar los Estados Unidos y declaró a través de la radio: "¡Tenemos que rearmarnos!... No puede existir duda alguna de que tenemos que rearmarnos. La Gran Bretaña abandonará sus seculares costumbres e impondrá a sus habitantes el servició militar obligatorio... ¿Es esto una llamada a la guerra? Declaro que esto representa la única garantía para la paz". El tiempo demostró, sin embargo, que esos preparativos no podían conducir hacia la paz, sino hacia la más desastrosa de las guerras en que se hubiese empeñado el Imperio Británico. En cuanto Alemania comenzó a resolver favorablemente el problema de Checoslovaquia, el 2 de septiembre de 1938 el Embajador soviético en Londres, o sea el judío Iván Maiski, visitó a Churchill para gestionar que la base militar checoslovaca fuera mantenida como una posición de flanqueo contra Alemania. Angustiado, el ministro israelita de Relaciones Exteriores de Rusia, Litvinov, hizo otro llamado semejante. Churchill los atendió y redobló su campaña para desacreditar el acuerdo germanobritánico y frustrar así la amistad entre Inglaterra y Alemania. Bernard Baruch, el israelita consejero de Roosevelt y jefe del consejo imperial de la Masonería Universal, fue a Londres a vigorizar al grupo de Churchill. Entretanto, Checoslovaquia y sus 38 divisiones (21 de primera línea y 17 en proceso de movilización), y sus fábricas Skoda, que producían tanto armamento como la Gran Bretaña, constituían una fuerza poderosa frente a las 40 divisiones que entonces tenía 105