Ad Astra, un espacio épico y muy surrealista: dos mitades muy distintas
Este gran film exige absolutamente ser visto en la pantalla grande, si se puede que sea en la mejor, y así experimentar no solo la fantasía visual sino también todo el profundo mundo sonoro. Esta es una exuberante obra del director James Gray en la que podemos ver esencialmente dos películas paralelas; una hace referencia a los viajes espaciales en un futuro muy cercano como la nueva frontera del lejano oeste “wild west” mientras podemos yuxtaponer el drama que se encuentra de entrada entre padre – hijo presentada por medio de clichés. Esta última se queda en el intento de tratar ser un hilo conductor, aunque lo hace muy apetecible al espectador ya que logran que aprecien este drama visualmente increíble y emocionalmente frío.
Curiosamente, Ad Astra “a las estrellas” en latín, es en uno de sus muchos sentidos, la pieza que encaja perfectamente en esta década de la narrativa espacial que mediante la ciencia ficción combina lo mejor de las últimas obras con los clásicos de siempre usando un truco muy sencillo en el que su lenguaje visual cobra una identidad propia: Gray captura el tamaño y el alcance, contrastando pequeñas naves espaciales con planetas masivos de la misma manera que el arte del siglo XIX uso pequeñas figuras humanas en sus vastos paisajes naturales, (Siede, 2019). Ad Astra ofrece regularmente una avalancha de nuevas ideas ingeniosas en la película, desde una persecución por el territorio disputado en la luna hasta una misión que se convierte brevemente en una secuencia de terror con un punto final verdaderamente inesperado. Y a pesar de todas las impresionantes imágenes de gravedad cero, Gray se entrega tanto dentro de las naves espaciales como en el vacío del espacio, sabe que las ideas simples pueden ser igual de sorprendentes tal y como la escena en la que Roy aterriza en la luna llegando a una terminal tipo aeropuerto, con tiendas de regalo y una escalera eléctrica, resulta agradablemente extraño.