Dayta 1 | Page 23

Cuando un bebé llora, la mayoría de las veces tendemos a acallar ese llanto metiéndole algo en la boca. Puede ser agua, leche o el chupete. Al mismo tiempo, recibe caricias, abrazos y palabras de consuelo, recibe, por tanto, atención y así debe ser. No obstante, ese mensaje queda grabado en nuestras mentes y cuando de adultos padecemos conflictos que nos superan, evocamos inconscientemente aquella seguridad y confort que percibíamos a través de la boca y recurrimos a ello de forma enfermiza.

Si en la niñez, la única fuente de atención es la comida, de adulto sustituirá las relaciones interpersonales por alimentos, es decir, como fuente de estímulo, y más aún cuando se encuentre sólo, aburrido o nervioso. La comida se convierte en un medio para distraerse de otros problemas.

Además, en nuestra cultura, celebramos todos los eventos alegres y placenteros con comidas: cumpleaños, bodas, bautizos, comuniones, navidades, reencuentros, ésto nos lleva a asociar la comida con alegría, felicidad, compañía. El problema es que las personas que sufren obesidad o anorexia hacen una asociación equivocada y pretenden que la comida les cubra sus carencias.

Aunque los trastornos alimenticios pueden comenzar con preocupaciones por la comida y el peso, son mucho más que solamente comida. La gente con trastornos alimenticios utiliza la comida y el control de la comida como un intento para compensar los sentimientos y emociones que de otra manera son vistos como insoportables. Para algunos, la dieta, los atracones y la purgación pueden comenzar como una forma de lidiar con las emociones dolorosas y para sentirse en control de su vida personal, pero al final estos comportamientos dañan la salud física y emocional, la autoestima y la sensación de competitividad y control de la persona.

¿Esta conducta es adquirida?