He leído, con algún temor, estas páginas de Julio Cortázar. La imaginación desproporcionada de este hombre desproporcionado, propone complejas fantasías, que el lector no llega a comprender del todo. Cortázar creía que el cuento, de alguna manera, estaba ya escrito. Desafortunadamente, la memoria y la imaginación, arruinan los pensamientos originales. Estos cuentos —selección de Borges— se manejan entre la trivialidad de los nombres, y la vulgaridad de los lugares. El prodigio —escribe Borges— necesita tales pormenores.
El primer cuento fantástico que leí, recuerdo, fue Casa Tomada (1946). Aquella presencia que invade gradualmente la casa, me produjo tal vértigo, que aún recuerdo con inquietud esas páginas. En cierta antología fantástica me he topado con el cuento Todos Los Fuego, El Fuego. El argumento propone un fuego que se repite en dos líneas temporales distintas. El argumento, en cambio, de Las Ménades imagina un elemento psicológico, y hasta milagroso, que domina a los concurrentes del teatro. La ficción se maneja con la mayor naturalidad, y aún con desinterés (la máxima no es universal). La filosofía enuncia que la posibilidad es una característica de la existencia; la existencia, por su parte, no es una propiedad de la posibilidad. En el caso de la literatura fantástica, el escritor imagina objetos posibles.
Las ficciones, que más disfruto, son sutiles; son aquellas que intentan falsear la realidad. Continuidad De Los parques (1964), repite el argumento donde la ficción penetra y se impone como real. Lejana (1951) narra la historia de una mujer y su reflejo que termina por materializarse. Las niñas de Final Del Juego, intuyen dos mundos, la casa y el exterior, la angustia en el primero y la libertad del segundo.
De los precursores de Cortázar encuentro a Kant, y puedo notar el influjo de Sartre en Rayuela (1963).
El humor, los nombres de calles, lugares y marcas de cigarrillos, el absurdo, y lo fantástico, no son ajenos a Julio Cortázar.
Todos Los Julios, El Julio (E)
Por Sergio Oigres
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