culdbura nº 14 Culdbura nº 14 | Page 77

―¿No se estarán reservando la gloria de haber sido los promotores de una salva- ción que tal vez no sea necesaria? ―lo atajó el sometido, rebelándose, aunque se apre- suró a pedir disculpas por su irrupción y a dar seguidamente un motivo que justificara el impulso irrefrenable al que acababa de ceder―: Es que, a veces, cuando habla usted, me parece que me estoy escuchando a mí mismo. Inopinadamente, el sochantre, que aprovechó la nueva interrupción para echar un trago de la petaquita que sacó de un bol- sillo interior de su americana, no se mostró irascible. ―¡Anda! Pues a mí, por esto último que ha dicho, me ha parecido que estuviera ha- blando por mí. ―¿Y quiere saber más? ―le propuso sin darle tregua el que tantas veces se había rei- vindicado como su sosias, desinhibido, lo cual no debió de sentarle nada bien. ―Me está usted poniendo nervioso. ―Ah, ¿sí? Entonces igual que usted a mí―respondió con tonillo el recriminado. ―¿Se está usted burlando de mí? ―¿Se está burlando usted de mí acaso? ―Oiga, ¿por qué no deja de repetir todo lo que yo digo? ―Oiga, ¿por qué…? No permitió que el otro acabara la frase. Descargó el puño con todas sus fuer- zas contra el rostro de su cuate, o de su eco, ya no sabía, oyéndose un ¡crash! estremece- dor y, seguidamente, ruido de cristales rotos. ―Mejor solo que mal acompañado ―se dijo en voz alta Abundio, la diestra ensan- grentada cobijada como un animalillo herido en la concavidad de la otra mano. ―Buscó con la mirada, girando sobre sí mismo para abarcar un horizonte de 360º―. Pues sí que lo he mandado lejos ―empezó a murmurar―. Ha desaparecido como por arte de birlibirlo- que. ―Observándose el puño―: ¡Ni el de Ma- zinger Z! ―Extrajo del bolso interior de la chaqueta la petaca, ribeteándose de sangre la solapa izquierda, y después de apurar el trago, se roció con las zurrapas los nudillos lacerados, conteniendo un alarido de dolor―. ¡Qué asco de gente! ¡Qué asco de mundo! ¡El mejor día ―tocándose primero la cabeza y señalándose luego los pies― estos 162 cm de estatura y 40 kilos de peso, fina estampa, se quitan de la circulación para siempre! forestal talada ya no puede absorber sea CO2 que va a ir a parar a la atmósfera, con lo que se estaría favoreciendo, precisamente, el cambio climático que se desea evitar? Igual que con la utilización de biocombustibles, los cuales generan más dióxido de carbono que los combustibles fósiles y el diésel. ―Garga- jeó una flema―. ¡Qué manía con querer sal- var el planeta! De buenas a primera, ¡hala!, se sustituyen todas las fuentes de energía sucias por otras perfectamente limpias… ¿No se coscan, o se hacen los tontos, es posible que muchos de ellos no precisen ensayar en demasía para lograr una interpretación ex- celsa, de que para fabricar el acero de los ae- rogeneradores y de las placas solares se necesitan ingentes cantidades de carbón? ¿No se trataba de desterrar el carbón por ser uno de los combustibles fósiles más contami- nantes? ¿Nos creemos a estos impostores, embaucadores, meapilas…? Que quieren sal- var el mundo para legárselo inmarcesible a las generaciones futuras… ¿Y a mí qué me importa que el mundo se vaya a tomar por el culo? A ellos tampoco, pero hay que entender que viven de predicar la bondad de la especie y la eternidad de la materia… José María Izarra